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Rumanía y la Unión Europea tras 10 años: ¿Ha valido la pena?

José Miguel Viñals, Foto: Hotnews
José Miguel Viñals, Foto: Hotnews

Sí. Para Rumanía y para la Unión Europea. Sin lugar a dudas.Para los que vivimos aquí y tenemos perspectiva del tiempo pasado, la mejora puede ser insuficiente, puede estar por debajo de nuestras expectativas (como es mi caso), pero es evidente.

No sé si será igual en toda Rumanía, pero sí en las zonas que conozco:

Los sueldos medios son mucho mas altos que 10 años atrás (3 veces mayores). La gente en general vive con más holgura, y se ve.

Las infraestructuras son mejores (y más que han de mejorar), sobre todo en las ciudades. Las de ámbito nacional (autopistas, líneas férreas,…) siguen siendo muy deficitarias.

El patrimonio se cuida mejor

La corrupción parece haber caído algo (un 20% inferior, leo por ahí)

Mejoran hospitales, condiciones sanitarias y esperanza de vida

Crece mucho el número de turistas

Hay mucho intercambio de estudiantes

Las administraciones públicas se han profesionalizado

El fraude fiscal ha caído

Se introduce la normativa europea, incluidas áreas tan vitales como medio ambiente y control de la contaminación.

La imagen de Rumanía mejora en el extranjero, aunque no lo suficiente.

….

Y gran parte de estas mejoras se deben directa o indirectamente a la UE:

El aumento de la inversión pública y privada

Los Fondos Europeos, tan mal aprovechados

La introducción de sistemas admnistrativos y legales ya generalizados en otros países de la UE

La libertad de circulación de trabajadores rumanos (lo que ha provocado el éxodo de varios millones, e indirectamente el aumento de sueldo de los que han quedado..)

La mayor llegada de turistas

La libre exportación de bienes y servicios

….

También la UE ha salido ganando:

demográficamente: 23 millones de ciudadanos adicionales, muchos emigrados ahora en países con falta de ellos.

geográficamente: posición estratégica, gran tamaño, salida directa al Mar Negro

en tamaño de mercado

en centros de producción desde los que acceder a nuevos mercados en Asia a costes competitivos

en justicia histórica (esto es Europa, siempre lo fue, siempre lo será)

en intercambios académicos, en conocimiento, en arte, en biodiversidad, en colaboraciones, en cultura,…….

Dicho lo anterior, aún queda mucho que mejorar por ambos lados.

Lo acepto, estoy sesgado. Yo soy un europeista convencido y veo más las ventajas que los inconvenientes (si es que hay alguno, de hecho no los veo en absoluto…). Creo firmemente en la Unión Europea. Creo que la UE es nuestra única posibilidad de recuperar un cierto liderazgo mundial, político, económico, de influencia. Pero más allá de ello creo que avanzar en la integración es el único movimiento lógico para 500 millones de personas con una cultura y tradición comunes, o al menos mucho más comunes que diversas. Muchos de estos 500 millones nos movemos de país en país sin conciencia casi de hacerlo, sabiendo que es Europa, nuestro país en extenso, y somos muchos a los que las fronteras y los controles, las normativas diferentes y las distintas respuestas por parte de las administraciones locales nos molestan.

La Unión está pasando un mal momento, y del árbol caído todos hacen leña. Por tanto no es de extrañar oir voces euroescépticas también aquí. Es fácil, con el estómago lleno, olvidar las épocas de hambre. Sin ir más lejos, poco atrás me abordó una señora ya mayor en un evento cultural con la consabida retahíla de reproches a occidente en esclavo satisfechogeneral y a Alemania en particular, a saber: una conspiración mundial decidió desmantelar la industria rumana en su totalidad y convertir Rumanía en un mercado controlado por las empresas germanas. Estas esclavizarían a la población local con créditos, condenándola a sobrevivir como bien pueda, endeudada hasta las cejas por comprar a empresas alemanas aquello que (libremente) hayan decidido comprar y contenta de su estado. Y venga a meterse con Alemania, hasta que me ruega que yo, “como Embajador alemán en Timisoara que soy” haga algo por evitarlo. “No señora”, me apresuré a aclarar, “soy cónsul honorario de España, y no creo que la Sra. Merkel me cogiera el teléfono si accediese yo a transmitirle sus imaginarias quejas”. Como que España es un país muy simpático y al que la inmensa mayoría tiene en mucha estima, su tono se dulcificó, me presentó muy contenta a su amiga y casi que me pidió que organizásemos una alianza de la periferia europea contra el dominio teutón…

Llegué a Rumanía en febrero 2007. Fue una visita corta de 3 días a Bucarest. Suficiente para ver el caos de aquella ciudad. Acepto que en invierno las cosas son más caóticas, pero si pienso en Estocolmo en febrero se me ocurren imágines más bucólicas que las de aquellos días (y que de los presentes dicho de paso, tampoco es esto la Arcadia feliz…). Marché para no volver.

Tres meses después llegué a Timisoara. Era primavera, lo que ayuda mucho, y la ciudad me gustó mucho más. Sin pretenderlo entonces, aquí sigo.

(Desde entonces he estado muchas veces en Bucarest, y he visto la buena evolución que ha tenido, es una ciudad mucho más bonita y agradable. Lo mismo muchas otras ciudades, lo mismo Timisoara).

Estoy convencido que gran parte de esta mejora se debe a la UE. Acusarla de intromisión e insinuar o claramente culparla y culpar a las inversiones de empresas europeas de los males del país, es populismo, es falso, es impropio de la realidad.

Sólo me cabe desear una integración cada vez mayor de los 27 (y los que puedan entrar, principalmente Serbia) para que Rumanía sea parte de uno de los más poderosos países del mundo.

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