Mircea Cartarescu concede una entrevista al diario El País: “Empecé por amarme y he acabado por odiarme”
Es el autor rumano más conocido y reconocido en el mundo. Con motivo de la publicación en castellano y catalán de Solenoide, última novela de Mircea Cartarescu, en la que cristalizan magistralmente temas, argumentos, ambientes y delirios de sus novelas precedentes, conversamos con él en “la ciudad más triste del mundo”, Bucarest.
PREGUNTA. De las 800 páginas de Solenoide, 10 consisten en la repetición de la palabra socorro: “¡Socorro!, ¡socorro!, ¡socorro!, ¡socorro!…”.
RESPUESTA. En torno a esas 10 páginas están armadas todas las demás. Si hubiera tenido coraje, todo el libro hubiera consistido en esa palabra: “Ajutor”.
P. Bueno, como experimento vanguardista hubiera sido notable.
R. Con 10 páginas sobre 800 basta. Solenoide es mi libro de los 60 años. Una novela así no la hubiera podido hacer cuando era más joven, porque exige cierta acumulación de experiencia vital.
Hablando con Cartarescu pienso en Marian Ochoa, la competente traductora que lleva ocho años trabajando cada día en llevar sus novelas al español, y que ahora está embarcada en Cegador, una trilogía de 1.500 páginas. Los traductores flojos matan, involuntariamente, al autor que ha caído en sus manos. Ochoa, al contrario, hace que se olvide que lo que uno lee en español fue escrito en rumano. El otro día hablando con ella me dijo: “A fuerza de traducirle, vivo literalmente habitada por él”. Empezó como por azar: “Empezamos por la novela corta El ruletista, a ver qué pasaba”. El relato, verdaderamente ingenioso, tuvo mucho éxito y siguieron con Lulú: al traducir esta historia de juventud y travestismo, Ochoa “tenía palpitaciones, una angustia tremenda, una crisis de ansiedad por la naturaleza del texto y la violencia de las imágenes”. “A veces tenía que cerrar el ordenador y dedicarme a otra cosa porque no podía soportarlo. Un día Mircea me preguntó: ‘¿Qué tal lo llevas?’. Le comenté lo que me pasaba, y me dijo: ‘Es buena señal, porque es exactamente lo que sentía yo al escribirlo”.