El primer tratado hispano-rumano de la historia (1450): Alfonso V de Aragón e Iancu de Hunedoara
A lo largo de los siglos XIII y XIV, mercaderes catalano-aragoneses establecieron varias rutas comerciales hacia el Mediterráneo oriental. El último impulso del imperialismo catalano-aragonés en el Mediterráneo llegó, ya en el siglo XV, con Alfonso V el Magnánimo (1416-1458) quien consiguió anexionar el reino de Nápoles en 1443, en lucha contra los franceses y las potencias italianas (Venecia, Florencia y el Papa). A partir de entonces, Alfonso V estableció su corte en Nápoles, convirtió la ciudad un gran centro humanístico y se dedicó por completo a la política italiana, explicaCarlos Basté en su blog Bucarestinos.
El inicio de la lucha de Alfonso V por el trono de Nápoles se produjo cuando, tras ayudar a Juana II de Nápoles en su lucha contra los franceses, fue nombrado heredero al trono (1421). Juana II era hija de Carlos II de Hungría. Al morir Carlos II, ella aspiró al trono húngaro como legítima heredera, sin embargo, el trono recayó en otra rama de la familia Anjou, a la que había pertenecido Carlos II. A pesar de todo, según una costumbre de la época, Juana mantuvo el título de reina de Hungría como muestra de sus aspiraciones.
Tras muchas vicisitudes, Alfonso V consiguió acceder definitivamente al trono de Nápoles, motivo por el cual la cancillería aragonesa empleó a partir de entonces el título de rey de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña, Córcega y Sicilia, conde de Barcelona, Rosellón y Cerdaña, duque de Atenas y Neopatria, además de rey de Nápoles, Hungría y Jerusalén. Como en el caso de Juana II, alguno de estos títulos tampoco eran más que el reflejo de las ambiciones políticas de los reyes de Aragón. Precisamente, Hungría y Jerusalén eran titulaciones tradicionales de los reyes de Nápoles, de las que Alfonso se consideró legítimo heredero, aún sin tener el control efectivo de estos territorios.
Mientras esto sucedía en Occidente, Europa Oriental se enfrentaba al imparable avance turco. Atendiendo al dicho de que enrío revuelto, ganancia de pescadores, en el mismo año de la anexión del reino de Nápoles (1443), Alfonso V de Aragón, respondiendo al llamamiento de cruzada contra los turcos realizada por el papa Eugenio IV en el concilio de Florencia (1438), se alió con el rey Vladislao I de Hungría y Polonia. Alfonso aportó poco más que su apoyo moral a la cruzada, así que Vladislao I, junto a Iancu de Hunedoara, voivoda de Transilvania, y al líder militar Skandenberg de Albania, se enfrentaron sólo con sus tropas a Murat II en la batalla de Varna, donde fueron derrotados y el rey húngaro muerto (1444).
El reino de Hungría quedó en manos de Iancu de Hunedoara, regente del niño Ladislao, menor de edad, entre 1446 y 1452. La muerte de Vladislao I no podía ser más oportuna así que, en 1450, Alfonso V renovó su acuerdo de alianza con Iancu de Hunedoara, sin embargo, tan escasa implicación en el escenario le impidió realizar su sueño de acceder efectivamente al trono húngaro, que acabó recayendo en el célebre Matías Corvino, hijo de Iancu de Hunedoara.
A modo de curiosidad, otro modo de estrechar sus lazos con el reino húngaro fue la institución de la Orden del Dragón en Nápoles. La Orden del Dragón era una orden de caballería fundada por el rey Segismundo de Hungría en 1408 con el objetivo de defender la santa Cruz y luchar contra los enemigos de la Cristiandad. A la Orden del Dragón pertenecieron mayoritariamente nobles húngaros y, a partir de 1431, entre otros, también el famoso Vlad III Tepeş.