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Revolución rumana

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MONUMENTUL REVOLUTIEI, Foto: USER UPLOADED
MONUMENTUL REVOLUTIEI, Foto: USER UPLOADED

Las calles de Bucarest y otras ciudades rumanas eran ayer escenario de una salvaje guerra civil, que puede haber causado cerca de 10.000 muertos y que está provocada por la resistencia de la policía secreta (Securitate), leal al dictador Nicolae Ceaucescu. La Securitate se opone a dejar el poder a los dirigentes de la revolución democrática que estalló tras la sangrienta represión de Timisoara, el pasado fin de semana. La televisión rumana informó, por tercera vez en dos días, que el conducator y su esposa, Elena, están detenidos y bajo custodia militar. Así lo contó el diario El País el 24 de diciembre de 1989.

El presidente de la URSS, Mijail Gorbachov, aseguró que está en contacto con los países del Pacto de: Varsovia para „estudiar la forma de ayudar al pueblo rumano”, pero su primer ministro, Nikolai Rishkov, manifestó que sería un error enviar tropas para apoyar la lucha contra la dictadura. La reunión del Pacto, prevista para mañana, para evaluar los acontecimientos en Rumanía ha sido cancelada, según el ministro húngaro de Exteriores, Gyula Hom. Ion lliescu, de 59 años, depurado por el conducator en 1971, mantiene estos días un claro protagonismo político. Fue él quien informó de la detención de Ceaucescu, de la convocatoria de elecciones libres en abril de 1990, de la abolición del papel dirigente del partido comunista y de la elaboración de una nueva Constitución.

El centro de Bucarest está medio destruido, con casas y establecimientos destrozados. La detención de Ceaucescu, de su esposa, Elena, de su hermano Ilia y de su hijo Nicu, y el progresivo aislamiento de los leales a su dictadura, suscitaban anoche la esperanza de que los encarnizados combates de los últimos días, en los que participan mercenarios supuestamente libios y albaneses, concluyeran pronto. El Ejército se ha volcado en favor del pueblo, protegiendo fábricas, tiendas y los accesos a las ciudades.Las autoridades del nuevo régimen han ordenado el cierre del espacio aéreo y la liberación de todos los presos políticos.

La policía y el Ejército luchan por el poder en Rumanía

Miembros de la Securitate se han apostado en posiciones de tiro en las zonas de Arad y Sibiu, según comprobó in situ esta enviada especial, frente a un pueblo armado y unos soldados que han cortado el emblema comunista de las banderas que enarbolan. Hay cristales rotos en todos los pueblos, iglesias llenas de gente rezando y existe la creencia de que la revuelta es ya irreversible y no habrá marcha atrás.

Pero la situación dio ayer de madrugada un dramático giro. A los miembros de la Securitate se unieron supuestos mercenarios -libios y albaneses, según rumores sin confirmar- que ocuparon el centro de Bucarest. Rebeldes y soldados del Ejército organizaron puestos de control en toda la capital para impedir el acceso de la gente y dejar pasar a los carros de combate para enfrentarse a los hombres adiestrados por los defensores de Ceaucescu. Éstos llegaron, siempre según informaciones no oficiales, hace dos días en helicópteros e iniciaron una ofensiva iridiscriminada contra la gente, que se niega ya a seguir aceptando al dictador.

Resistencia

Estudiantes, obreros y soldados han organizado la resistencia, que parece ya convertirse en una especie de guerra sin cuartel. Miembros de estos, autoproclamados consejos revolucionarios de ciudadanos contaron a EL PAÍS que ayer murieron varios, que disparaban incluso desde las ambulancias incautadas.

La radio y la televisión, en manos de los sublevados desde el jueves, hacen continuos llamamientos al Ejército y a la gente a acudir en su defensa ante los inesperados ataques de los mercenarios libios y de la Securitate. „Venid con armas, con palos,, con cualquier cosa, sea lo que sea”, dicen los nuevos locutores, espantados por lo que está ocurriendo en Bucarest.

La Embajada española, entre tanto, ha iniciado la evacuación de los ciudadanos españoles que se encuentran en Rumanía. Catorce de ellos, incluída esta enviada, se refugiaron ayer en su sede, desde donde se escuchaban, al igual que en todo el centro, los prolongados tiroteos. Treinta personas pasamos una noche en un comedor tirados debajo de una mesa. contó uno de los refugiados.

Muchos rumanos se manifestaban ayer ante las cámaras de televisión alegres por el triunfo de la revuelta. Nicu Ceaucescu, hijo del dictador derrocado, fue detenido el jueves y mostrado como tal preso ante las cámaras de la ahora llamada Televisión de Rumanía Libre. El hijo de Nicolae Ceaucescu, jefe del partido en Sibiu, manifestó que dio una última orden: no seguir disparando contra los hermanos rumanos. Pero aseguró que no le obedecieron.

A las doce de la mañana de ayer esta enviada pudo ver los dos bandos armados apostados en las calles de Bucarest, disparándose mutuamente. La Navidad llega a Rumanía llena de atrocidades, pero la gente está dispuesta a seguir adelante y acabar con la represión. Y todo apunta a que esta victoria será irreversible.

El nuevo Gobierno ha cambiado de nombre al país. Ahora se llama Rumanía y queda eliminado lo de República Socialista. Habrá un sistema pluripartidista y elecciones libres en abril. Al menos así se ha anunciado. Durante la madrugada de ayer, en la frontera rumana de Arad los mismos guardas fronterizos, ya sin esa máscara de dureza que han exhibido tantos años, saludaban y sonreían a los rumanos que llegaban en un convoy húngaro, con medicinas y alimentos.

Ruta a Bucarest

Habían quitado el eterno retrato de Ceaucescu de la pared. Durante todo el camino hasta Bucarest hubo disparos, además de numerosos controles policiales. Se veía también algún árbol de Navidad para intentar rescatar la fecha en medio de la incertidumbre, Soldados, milicias y policía daban consejos, pedían información de los pueblos recorridos y también algún que otro cigarrillo para calentar las largas horas en sus puestos improvisados. Registraban todos los coches y camiones que entraban en cada pueblo. „Lo sentimos, pero cualquiera puede llevar armas, terroristas o miembros de la Securitate camuflados”, decían fusil en mano.

En Bucarest es imposible circular: puestos de control cada 100 metros y obligación de pases diplomáticos. Un Líbano estrujado en este país. europeo digno de algo mejor. Los amables rumanos ofrecen sus casas y vino con un brindis por la victoria. „Optimistas, por supuesto”, dicen emocionados. „Es la libertad, y los tiros. Les venceremos”.

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