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Agricultores rumanos prefieren subsistir antes que optar por el gas de esquisto

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Protest la Pungesti, 19 octombrie, Foto: Agerpres
Protest la Pungesti, 19 octombrie, Foto: Agerpres

La pequeña ciudad montañosa de Pungesti, en el este de Rumania, estaría asentada en enormes reservas de gas de esquisto, por lo que el gigante norteamericano, Chevron, ya se está poniendo en acción para obtenerlo. Sin embargo, la población de Pungesti no quiere tener nada que ver con el asunto. Aunque la mayoría de ellos apenas subsisten con la agricultura, con la ayuda social y el dinero que reciben de los parientes que se encuentran en el exterior, prefieren seguir siendo pobres que correr el riesgo de, según ellos, arruinar su medio ambiente.

Los locales han acampado en un terreno vacío (en el cual Chevron pretende instalar su primer pozo exploratorio) y han bloqueado los accesos, lo que obligó a la compañía a anunciar la suspensión de actividades la semana pasada.

«Nuestras cocinas están llenas de productos hechos por nosotros, como conservas caseras, sacos de frutos secos, miel y queso», comentó Doina Dediu, de 47 años, vecina del lugar y una de las manifestantes.

Y agregó: «Tampoco somos tan pobres. No tendremos dinero, pero sí agua pura, y conservamos nuestra salud. Lo único que queremos es que nos dejen tranquilos».

La importancia de la decisión de frenar las actividades en Pungesti, que iba a ser el primer pozo de exploración de gas de esquisto en Rumania, radica en que el mensaje transmitido sería que el gas de esquisto es bienvenido en Europa del Este.

A su vez, en otras zonas más grandes de Europa occidental, con mayor poder adquisitivo, se ha evitado la exploración del gas de esquisto debido a los temores de una posible contaminación del agua y de una actividad sísmica que se origine a partir del proceso de fractura hidráulica, o «fracking», que se utiliza para extraer el gas.

Por su parte, la industria alega que los riesgos pueden evitarse.

Mientras que en Gran Bretaña se tomó la decisión de respaldar las actividades de exploración del gas de esquisto, en Francia se prohibieron totalmente por sus efectos en el medio ambiente, y en Alemania se está evaluando la posición frente a ellas.

En las zonas más pobres y previamente comunistas del continente, la necesidad de recaudar ingresos impositivos, de obtener suministros de combustible más económicos, y de aumentar las fuentes de trabajo, ha demostrado que los problemas pueden sobrellevarse, pero aún se desconoce hasta qué punto.

SEGÚN LA CIENCIA

Chevron, que cuenta con todos los permisos que se requieren para trabajar en el pozo de exploración en Pungesti, afirma que cumple con los estándares más estrictos de seguridad.

La fase de exploración duraría unos cinco años, y (segun la empresa) no incluiría actividades defracking, el proceso mediante el cual grandes cantidades de agua mezclada con químicos se inyectan a alta presión en las formaciones rocosas, para ampliarlas y liberar el gas natural.

Los directivos de la empresa se reunieron el lunes con el primer ministro de Rumania, Victor Ponta, durante una de las visitas programadas de este a Washington.

«Se hizo énfasis en continuar con las actividades de manera responsable y segura para el ambiente, y al mismo tiempo en brindarles a las comunidades la oportunidad de mantener un diálogo basado en datos científicos», dijo Chevron en una declaración.

Cuando se le pidió hacer comentarios sobre las preocupaciones de los lugareños, la empresa afirmó que realiza pruebas en el agua subterránea antes y después de la perforación, para asegurarse de que no resulte afectada; además, lleva a cabo estudios sísmicos y geológicos, y mantiene a la comunidad informada acerca de cada etapa.

En una declaración detallada, se refirió al uso generalizado de fracking, tanto en los Estados Unidos como en otras partes del mundo, y comentó: «es un proceso tecnológico comprobado, que se ha utilizado de manera segura durante más de 60 años».

Sin embargo, es difícil convencer a la población de Pungesti.

En tres reuniones públicas que se llevaron a cabo hace unos meses con Chevron y con autoridades de organismos ambientales, las discusiones llegaron a ser acaloradas. Según el teniente de alcalde, Vasile Voina, «las personas no están debidamente informadas».

Esparcido a lo largo de un camino torcido, el pueblo (de 3.420 habitantes) se compone de ocho barrios, con casas angostas de cercas bajas, rotas y de estacas puntiagudas, grandes zapallos anaranjados que adornan los pequeños terrenos, y manzanas que se secan al sol detrás de los paneles de cristal. No tiene calefacción central ni un sistema principal de suministro de agua.

Incluso a este municipio remoto, 340 km (210 millas) al noreste de la capital rumana, Bucarest, ha llegado el debate global sobre el impacto de «fracking».

Varias personas afirmaron haber visto videos en YouTube acerca del documental estadounidense «Gasland», del año 2010, que pretendió mostrar el daño ambiental ocasionado por la producción del gas de esquisto.

La industria energética rebate las alegaciones hechas en la película; no obstante, este documental y otras fuentes, incluido el trabajo de los activistas y del clero local, han ejercido su influencia sobre la opinión general de los habitantes de Pungesti.

Los lugareños afirman que el equipamiento pesado arruinará sus calles. Temen que el proceso defracking ocasione temblores y contamine el agua, lo que pondría en riesgo su salud, la del ganado y la de sus huertas.

«Si ponen pozos aquí, destruirán los cultivos», dijo Andrei Popescu, 22.

El primer ministro, Ponta, habló de los posibles beneficios del esquisto, especialmente en un área pobre como el condado de Vaslui, que incluye a Pungesti. Recibe grandes subsidios del estado.

«Sin inversión, no podemos pagar salarios ni pensiones. Se pueden mejorar los proyectos… pero no se puede poner trabas a la inversión», dijo Ponta. En mayo de 2012, derrotó al gobierno anterior debido, en parte, a su posición en contra del esquisto, pero desde entonces su gobierno ha ido quitando respaldo al proyecto.

Chevron comentó que los estudios realizados por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos y por el Consejo de Protección de Aguas Subterráneas confirmaron que no había una relación directa entre las operaciones de fractura hidráulica y la contaminación del agua subterránea.

Alega que entre los beneficios directos se incluyen los puestos de trabajo y los pagos a contratistas y a proveedores y, durante la fase de producción, los impuestos y las regalías.

Algunos lugareños dicen que dudan de que el proyecto genere muchos puestos de trabajo, o de que estén calificados para ocuparlos. Si se apunta al progreso y a la inversión, dicen que preferirían una planta procesadora de vegetales, un matadero o un parque eólico.

«Pueden hacer cualquier otra cosa, ¿por qué la insistencia con el gas subterráneo?», dijo Daniel Ciobanu, un agricultor de 40 años.

SACERDOTE ACTIVISTA

Dejando a un lado las preocupaciones de los habitantes de Pungesti, muchas personas en Europa del Este aceptan la extracción del gas de esquisto. Los gobiernos de Polonia, Lituania, Rumania y Ucrania alientan dicha exploración, aunque está prohibida en Bulgaria.

En Polonia, la mayor esperanza de la industria del gas de esquisto en Europa continental, la perforación para la exploración está en camino de obtener muchas concesiones. El país, cuya historia incluye conflictos con Moscú, ve en el gas de esquisto una manera de reducir la dependencia con las importaciones rusas de gas.

Aun así, incluso en Polonia, algunos lugareños han formado parte de las protestas, respaldados por activistas a favor del ambiente. Cuando Chevron obtuvo una de las concesiones sobre el gas de esquisto por parte del gobierno de Polonia, los vecinos ocuparon un lugar de trabajo, cerca del pueblo de Zurawlow, antes de que los contratistas terminaran de instalar una cerca.

Alrededor de 800 vecinos, activistas y el clero se reunieron la semana pasada cerca de la concesión de Chevron en Pungesti. Con un cielo soleado y bajas temperaturas, llevaron banderas que decían: «Detengan a Chevron», «Resistan» y «Dios está con nosotros».

Vestido con su hábito negro, el padre Vasile Laiu, un sacerdote ortodoxo de la cercana ciudad de Barlad, y uno de los opositores locales más extrovertidos de fracking, les pidió a las personas que se arrodillaran y rezaran.

Hasta 50 pueblerinos que se habían turnado para una vigilia continua y para bloquear los accesos al lugar, dijeron que estaban preparados para soportar una toma prolongada. Armaron tiendas de campaña y cavaron un hoyo que serviría de lavatorio.

«¿Podemos vivir sin agua?» preguntó uno de ellos a la multitud, mediante un micrófono. En el aire apenas se sentía el olor a incienso.

«No», replicaron los manifestantes.

«¿Podemos vivir sin Chevron?»

«Sí».

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