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“El poder está salpicado de mafiosos"

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La ola de protestas que se extendió por toda Bulgaria hace diez días y que ha logrado derribar al Gobierno del populista de derechas Boiko Borisov ha proseguido este jueves en Sofía, la capital búlgara. Aunque la situación parece más calmada, los manifestantes volvieron a concentrarse en el Puente de las Águilas. Los gritos de la gente de „¡Mafia, mafia!”, „¡Todos fuera!” o „¡Nosotros somos el Estado!” se alternaron con el sentido canto del himno nacional. Decenas de policías antidisturbios custodiaban el recorrido, que se detuvo frente a la sede de la Presidencia y de la Asamblea Nacional, resalta Silvia Blanco, del diario El País.

La dimisión en bloque del Ejecutivo no parece suficiente para estos ciudadanos, en los que ha brotado la necesidad de protestar, al margen de los partidos políticos: “Buscan un cambio de modelo”, sintetiza Alexandru Stoyanov, analista del Centro de Estudios para la Democracia. De hecho, las formaciones que han querido sumarse han sido rechazadas. Dimitar Molov, de 40 años, ha venido con su mujer y sus dos hijos pequeños. La tarde es gélida. Es la primera vez que los traen, aunque ellos se han sumado más días a las protestas, de las que tuvieron noticia a través de Facebook. “En Bulgaria, la gente vive en circunstancias miserables.

Ya no nos llega para lo básico. Queremos que los ciudadanos participen del poder, que está salpicado de mafiosos”, denuncia este dueño de una pequeña tienda de limpieza. De todas las edades, entre los manifestantes también ha habido algunos miembros de organizaciones, como Silvia Roboba, de 44 años, del Movimiento Cívico por la Unidad y la Salvación Nacional. Cuenta que su plataforma busca “el fin de los monopolios en Bulgaria, el eléctrico, el de la calefacción, el agua y el alcantarillado”, y que más que la dimisión de Borikov, su ONG quería “que hiciera caso a la gente.

Estamos aquí por el desprecio a los problemas de los ciudadanos, por las condiciones de vida miserables, por los jóvenes que emigran al extranjero”, explica. Con su bici roja y su gorra, Ludmila, una estudiante de Filosofía de 29 años, afirma que estas protestas han servido porque “de ahora en adelante, los políticos tendrán que oír más a la gente”. Otros, como Dimo Geutzov, de 33 años, muestran su indignación por la corrupción. “La dimisión de Boiko Borisov es un teatro para hacerse la víctima. Vengo aquí porque hace 20 años que los criminales se pasean tranquilamente por esta ciudad y ahora nos miran desde la bancada del Gobierno”. Y agrega: “No quiero que me representen criminales”. Aunque la crispación de los días anteriores se ha atenuado, Daniel Smilov, analista del Centro de Estrategias Liberales, cree que el fin de semana “será clave para saber si las protestas se han calmado o van a ir en ascenso”. El domingo hay otra.

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