Gherghe Gheorghiu-Dej, el pequeño Stalin de Bucarest
Sin Stalin hubiera sido una persona sin importancia, pero gracias a él se convirtió en el dueño absoluto de un país llamado Rumanía. Gheorghiu-Dej fue un estalinista convencido y consecuente, un fanático que adoró las ideas de Stalin y estuvo muy afectado, incluso revuelto, por la denuncia que Nikita Hrusciov hizo al culto de la personalidad. La declaración del PMR por los problemas del movimiento comunista internacional fue adoptada hace cinco décadas por propia iniciativa de Gheorghe Gheorghiu-Dej. Se trata de la llamada „Carta stalinismului national din Romania”. Pienso que vale la pena analizar la personalidad del líder totalitario de Bucarest. Voy a tomar en cuenta algunos recuerdos analíticos y también voy a añadir algunos elementos que creo imprescindibles para realizar un retrato adecuado del mismo.
El adorador de Stalin
Para Dej, Stalin fue su ídolo absoluto. Durante los 11 años que pasó en prisiones y campamentos de trabajos forzados estuvo pensando en Stalin. Estudió con fehacientemente „Los problemas del Leninismo” y se aprendió de memoria las páginas enteras de „Cursul Scurt de istorie al PC (b) al URSS” (“El curso corto de la historia del Partido Comunista de la URRS), una gramática del totalitarismo. La letra ”b” del título hacía referencia a la identidad bolchevique del partido de Lenin y Stalin. La identificación de Dej con la interpretación estalinista del bolchevismo ha sido total, incondicional e indefectible. Esto no significa que Ana Pauker no adoraba a Stalin, sino que su veneración, la de una militante del Cominterno, que había probado las doctrinas de los años 30′, era un tanto distinta.
Gheorghiu-Dej nunca logró, a diferencia de Tito, llegar a la conclusión de que el sistema tenía carencias insolubles y que el problema de la teoría estalinista no pertenecía exclusivamente a la psicología del déspota sociópata del Kremlin. La „Declaración” no fue una manifestación anti-estalinista sino una anti-hruscovista. Tampoco podemos negar el elemento anti-hegemónico de la política de Dej. Además, el realismo de las relaciones de Dej con el Oeste había llegado en un punto de colisión con el aventurismo de Hrusciov.
La crisis de los misiles tuvo gran importancia pero también el miedo de Dej y de su equipo de que los soviéticos imputaran la rehabilitación de las víctimas comunistas de los años 50′ (Patrascanu por ejemplo). Durante la Plenaria CC de PM, en donde se aprobó la Declaración, Dej intentaba manipular a Barbu Zaharescu (representante del PMR en el colegio de redacción de la revista „Los problemas de la paz y del socialismo”) en cuanto a la dinámica de las rehabilitaciones de Checoslovaquia, e incluso sobre el negocio Slansky. Al igual que Dej, Antonin Novotny (el líder de Praga) también había participado en el terror estalinista de principios de los años 50′ y también se mostraba extremadamente afectado por la desestalinización llevada a cabo por Hrusciov. Si haríamos una lectura sintomatológica de las intervenciones de Dej durante la Plenaria podríamos constatar cuales eran sus obsesiones en el último periodo de su vida. Entre ellas, el miedo de que las presiones llevadas a cabo por Hrusciov podían haber estallado también actitudes anti-estalinistas en Rumanía.
Las ondas de choque: la Declaración y el barrio Primaverii
Como ya he dicho, fui amigo de Gheorghe, nieto de Dej e hijo de Lica Gheorghiu. Le llamabamos Ghita, un chico con unos ojos de un negro intenso. Así es como también mi padre me describía al joven Gheorghiu-Dej, que había conocido en Doftana (1935-1937). Mi compañero no tenía mucha cultura, pero le interesaba la historia, tenía un estilo modesto pero era de gran generosidad. Ghita y sus hermanas fueron adoptados por su abuelo en 1963. Cambiaron de apellido y también de escuela. Se vinieron los tres al instituto ”Jean Monnet” donde estudié yo también durante 7 años. Incluso también después de la muerte de Dej, la familia de Lica continuó disfrutando de privilegios (médicos personales, medicamentos, abastecimiento especial). Ghita repartía sin problemas cigarros Rothmans. Durante la facultad ya no nos hemos visto ya que él se fue a la Universidad Politécnica. Pero retomamos la amistad en 1975 y así pasábamos horas enteras en mi casa o en la suya, hablando sobre el sistema, sobre Dej, sobre (Nicolae) Ceausescu, sobre Nicu (hijo de Ceausescu). Ghita también era amigo de éste pero me acuerdo de que Lica se negaba siempre a que el ” delfín” viniera a su casa.
Nunca vi en persona a Gheorghe Ghiorghiu Dej. Nunca hablé con él. Lo logré vislumbrar algunas veces: de cerca o de lejos. Mi padre había sido excluido del partido PMR en febrero del 1960 al ser investigado por la Comisión del Control del Partido, por ser líder de un grupo ”fracionista”. Estas informaciones se encuentran en el volumen de documentos consultados por la Comisión Presidencial de Análisis de la Dictadura Comunista, publicado en 2009 por Humanitas.
Yo era más cercano a Nicolae Ceausescu y a Lena Rautu: todos habíamos acabado el instituto „Petru Groza”. Un buen amigo mío fue Andrei Manoliu, habíamos sido compañeros en la guardería y también en el albergue. Su padre, Nicolae Manoliu, un excelente especialista en enfermedades infecciosas, fue hasta el año 1965 director del hospital Elias. Sorprendentemente yo me acerqué más a Ghita en las clases de carpintería. Yo nunca pude hacer todo lo que nos pedían, nunca he sido y nunca seré un buen carpintero. Ghita, en cambio, tenía un talento innato para semejantes habilidades. Así que también me hacía a mí el trabajo y recibíamos los dos notas muy buenas pero que solo se las merecía él.
Recuerdo que en febrero del ’65 se murió G. Calinescu y se publicaron en „Scanteia” artículos, un necrólogo impresionante y también su poema de adhesión al régimen, „Era barbatul care…” ( Era el hombre que…). Por lo que me sé, aunque gravemente enfermo, también lo fue a visitar en sus últimos días, junto con Leonte Rautu, miembro de la Oficina Política y jefe supremo de la propaganda y de la cultura. Al enterase de la muerte de Calinescu, Ghita nos preguntó a mí y a mis amigos que quien era ese hombre pero nosotros, unos niños malos en esos momentos, nos burlamos de él y le dijimos que era „un líder textil, Héroe del trabajo Socialista”. Rápidamente se dio cuenta de que nos estábamos burlando de él.
También me acuerdo de que en 1968, después de que „Scanteia” publicara el discurso de Ceausescu en el cual fueron rehabilitados Patrascu, Foris, Doncea, Petrescu, Miron Constantinescu, como también los militantes asesinados en la URSS durante los tiempos del Gran Terror (Sasha Dobrogeanu-Gherea, Timotei Marin, Elena Filipovici, Imre Aladar, Marcel Pauker, David Fabian, Eugen Rozvany y muchos otros) Ghita quiso hablar conmigo. Me dijo que su abuelo le había dicho que Miron Constantinescu era un hombre de gran crueldad. Le atormentaba mucho el asunto Patrascanu. Me dijo que que nunca podría entender lo que había pasado entre su abuelo y ese hombre, y no estaba defendiendo a su abuelo, sino que estaba triste, visiblemente afectado. En el discurso publicado en „Scanteia”, Ceausescu proclamaba muy acusador:” Todos estos hechos acusan a Alexandru Draghici de haberlos llevado a cabo y a Gheorghiu-Dej por haberlos ordenado y sostenido”. Ya me doy cuenta por lo que pasó Ghita al leer ese discurso.
No quiero que caigamos en la trampa de lo que se llama determinismo retrospectivo. No quiero proyectar en el pasado informaciones y conclusiones del presente. Además, repito que no le fui muy cercano a Dej, pero sabía muy bien el hecho de que este hombre había sido involucrado en actividades criminales que provocaron el sufrimiento o incluso la muerte de muchas personas.
Rumores, Susurros, Miedos
Mis padres eran amigos cercanos del Dr. Gabriel Barbu, un histórico de la medicina. En sus memorias, publicadas por Humanitas en 1962, el doctor Gheorghe Bratescu, el esposo de Tania Pauker, habla sobre ese episodio. Nos veíamos con Barbu y su mujer, Cora, hermana de Emil Calmanovici. Cuando pregunte que quien era ese tal Calmanovici me dijeron que había sido un hombre muy honesto que había muerto en condiciones trágicas. También me dijeron que no hablara nunca más con nadie del tema. Una vez escuché a mis padres susurrando el nombre del cuñado de Colmanovici, Mirel Costea, ilegalista famoso e influyente que se había suicidado en 1951… Más tarde, en la plenaria de abril del año 1968, Colmanovici, gran idealista que donó su fortuna y su vida al partido comunista, víctima del régimen al que había adorado, fue rehabilitado junto a Patrascanu, Koffler y demás acusados de la macabra farsa de abril 1954.
En mi casa siempre se hablaba con términos admirativos sobre Lucretiu Patrascanu. Mi padre lo había conocido y lo veía como a un gran intelectual. Es evidente que Patrascanu brillara en las condiciones tan pobres del marxismo rumano. Además era fácil imaginar lo que significaba para un joven revolucionario moldavo, Leonid Tisminetki el poder hablar con alguien que había conocido a Lenin.
En el verano de 1963 se celebraban dos décadas del golpe de Estado del 23 de agosto (llamado insurrección antifascista). En „Scanteia” salían multitud de artículos para celebrar el papel decisivo de Dej. Entre otros, el inquisidor János Vincze escribió un encomio repugnante en el cual denunciaba por enésima vez a los traidores Patrascanu, Koffer, Luca y también a otros osciladores de todos los colores y direcciones. Mi padre me dijo que no creyera esas cosas, que según él, todo lo que se decía sobre Patrascanu era pura mentira. Otra vez me rogó que no hablara con nadie sobre el asunto. Sabia que era amigo de Nicolae Ceausescu y por eso el peligro de que abriese la boca era muy grande.
Era el momento de máxima gloria para Dej, habían venido grandes personalidades del mundo entero y el líder supremo disfrutaba de elogios ditirámbicos. G. Calinescu afirmaba en „Contemporanul” que solo un Donatello sería capaz de esculpir adecuadamente el busto de un semejante héroe nacional. El 14 de octubre fue anunciada la dimisión Hrusciov de los puestos de primer secretario de CC del PCUS y de presidente del Consejo de Ministros de URSS. Sus sucesores, Leonid Brejnev y Alexei Kosighin, cerraban el libro de la desestalinización. Dej se sentía ,y de verdad lo era, triunfador. Guardaba una relación amistosa con Tito, disfrutaba de la apreciación por parte de Mao y recibida mensajes favorables de Paris y Washington.
Texto traducido por Marius Oancea.