Irina Nistor, un personaje en la clandestinidad que desafió a la Rumanía comunista
En la miserable Rumanía comunista de la década de 1980, una joven locutora se convirtió en la inesperada voz de la libertad: Irina Nistor dobló miles de películas de contrabando que permitieron soñar con otra realidad, publica el diarioLa Vanguardia, que recoge un reportaje elaborado por la agencia EFE.
Desde clásicos como „Taxi driver” (1976) o „El último tango en París” (1972) hasta películas de acción como „Rambo” (1982) o las protagonizadas por Chuck Norris. Los rumanos estaban ávidos de entretenimiento para escapar de las estrecheces cotidianas.
Pero las historias de estas películas de Hollywood, que se desarrollaban en un mundo de abundancia y sin la asfixiante presencia del Estado comunista, también introdujeron un mensaje de subversión y de esperanza de cambio que anticipó la caída del dictador Nicolae Ceausescu (1918 a 1989).
Al menos esta es la tesis de un documental titulado „Chuck Norris vs Comunismo”, de la joven directora rumana Ilinca Calugareanu, que analiza cómo el cine que se veía de forma ilegal en cintas VHS contribuyó a la caída de la dictadura rumana en 1989.
La voz aguda de Nistor, que doblaba a todos los personajes de las cintas, se convirtió en una presencia familiar para toda una generación de rumanos que encontraron en esas películas una tregua a un día a día de racionamiento y carestía de productos básicos como huevos, leche o mantequilla.
„No se iba al teatro por el frío que se pasaba en las salas, los músicos tocaban con guantes, andábamos por las calles a oscuras y sufríamos restricciones”, explica a Efe en Bucarest la dobladora al recordar la extrema pobreza y la falta de alimentos.
„La exasperación era tan grande entre la población que todo empujó hacia el final del comunismo”, sostiene la también crítica de cine que trabajaba entonces para la televisión estatal rumana.
La mujer, que tiene 59 años, fue la voz de Omar Sharif en „Doctor Zhivago” y de todos los demás personajes de este mítico largometraje, su película favorita y su primer doblaje prohibido.
También le dio voz rumana a personajes de acción como Jean-Claude Van Damme, Bruce Lee y Chuck Norris en incontables películas en las que los villanos en muchas ocasiones eran precisamente comunistas.
La directora del documental, Ilinca Calugareanu, considera que ese mercado negro de cine „simboliza la lucha contra el mal y la apertura hacia otro mundo distinto al que vivíamos”.
La llegada de los reproductores de vídeo VHS ofreció una alternativa al canal de televisión estatal, que apenas emitía otra cosa que no fuera propaganda de inapelable efecto somnífero.
Eso abrió un mercado potencial que aprovechó un misterioso empresario, Teodor Zamfir, quien llegó a distribuir hasta 7.000 películas occidentales en Rumanía y quien contrató a Nistor.
¿Era Zamfir un simple hombre de negocios o un héroe? „Es difícil de dilucidar, pero sí que fue un innovador de su tiempo”, cuenta Calugareanu a Efe por teléfono desde Londres.
Para poder introducir las cintas al hermético país comunista Zamfir logró „seducir” a los funcionarios de los servicios secretos rumanos, sobornándoles con las mismas películas que en realidad debían requisarle.
Incluso muchos jerarcas rumanos llegaron a traerse sus propias videocaseteras VHS, ya que eran casi los únicos ciudadanos del país que tenían derecho de viajar al extranjero.
„Hasta el hijo de Ceausescu, Nicu, formaba parte de su clientela”, asegura Nistor a Efe en su casa en Bucarest.
Apasionada de un trabajo que le permitía ganarse un dinero extra fuera de su puesto como traductora en la cadena estatal de televisión, Nistor llegó a doblar muchas veces hasta dos películas seguidas sin descanso.
„Ni me planteaba equivocarme” para no empezar desde el principio, expone sobre la rapidez y precariedad de su labor.
Eso sí, se permitió cierta libertades, como, en concesión a su sensibilidad, rechazar el uso de palabras malsonantes, que en ocasiones solía traducir como „vete al infierno”.
Hubo cientos de maneras de esquivar la prohibición de divulgar las cintas occidentales en la Rumanía de Ceausescu.
Nistor recuerda, por ejemplo, a una persona que se confeccionó un bolsillo especial en su camisa para camuflar la película que llevaba de un lugar a otro.
En el documental una espectadora de entonces explica su primera impresión tras ver la sexualmente explícita „El último tango en París”, protagonizada por Marlon Brando.
„Ni siquiera podía imaginarme que podía haber una película así. Entonces me di cuenta de lo lejos que estábamos de Occidente”, explica.