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La desconfianza hacia las vacunas causa estragos en Rumania

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Una niña de 11 meses murió en Rumania a mediados de marzo por culpa del sarampión. Sus padres se habían negado a vacunarla contra esa enfermedad que ha matado a 46 personas desde el principio de una epidemia que hace estragos en el país. Cerca de 12.000 personas se contagiaron desde que se declaró el brote a finales de 2016, lo que sitúa a Rumania como el país más afectado por el sarampión en Europa. Entre los enfermos fallecidos, 39 eran niños de tres años o menos que no habían sido vacunados, relata AFP.

En la dirección sanitaria de Prahova, la provincia del sur del país donde vivía la niña fallecida en marzo, los expertos han multiplicado las campañas de información, sobre todo en las zonas rurales, pero luchan contra un enemigo insidioso: los rumores en internet. „La gente desconfía porque lee todo tipo de cosas en internet”, por ejemplo, que „las vacunas provocan autismo”, una afirmación muy difundida en las redes sociales que no tiene ninguna base científica, indica la doctora Silvana Dan.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), „el acceso a los servicios médicos, la educación y el apoyo brindado a los médicos de cabecera” desempeñan un papel clave en el nivel de cobertura vacunal, explica Miljana Grbic, jefa de la oficina de la OMS en Rumanía, a pocos días de la semana internacional de la vacunación celebrada por el organismo.

‘¿Matan las vacunas?’

A 250 kilómetros al noreste de Prahova, en Valea Seaca, otra niña de 10 meses murió de sarampión en febrero. „Los padres se habían negado por escrito a que vacunaran a sus hijos después de haber oído en la televisión que las vacunas matan”, explica el alcalde de Valea Seaca, Ioan Pravat.

Según el Centro de Lucha contra las Enfermedades Transmisibles, la mayoría de los casos de sarampión afectan a los miembros de las comunidades más pobres, gitanos en su mayoría, que a menudo no tienen médico de cabecera o que, si lo tienen, sólo lo consultan en caso de emergencia. Para llegar a las familias más vulnerables, las autoridades recurren a mediadores sanitarios gitanos que trabajan con los ayuntamientos.

La mediadora Aurelia Oprisan, de 48 años, va cada día de casa en casa en Boldesti-Scaieni (sur) para convencer a los habitantes de los beneficios de las vacunas. „Los medios influencian de manera negativa a mucha gente. Así que les digo que lo que oyen no es verdad”, explica Oprisan a la AFP.

Anisoara Iorga, de 35 años, cuenta su experiencia. „No voy a mentirle, al principio también tuve miedo porque había oído que podía generar problemas, una parálisis… Pero hice vacunar a mis hijos y no tienen ningún problema”.

Mientras la epidemia ganaba terreno, el verano pasado, 109 niños gitanos de ese pueblo fueron vacunados en un solo día, en julio. Desde entonces, las familias llevan a menudo a sus hijos al médico para recibir las vacunas recomendadas, asegura la mediadora.

A pesar de las campañas realizadas en los últimos meses, la cobertura vacunal en el conjunto del país sigue por debajo del 95% recomendado por la OMS, situándose en el 87% para la primera dosis y en el 75% para la segunda en 2016 (últimos datos anuales disponibles).

Según numerosos testimonios, las autoridades tienen parte de responsabilidad en esa situación, debido a un suministro de vacunas irregular e insuficiente en gran parte del país.

Proyecto bloqueado

Criticada por la OMS, Rumanía prometió mejorar la tasa de inmunización volviendo obligatorias 10 vacunas infantiles. Pero un proyecto de ley que condiciona el acceso a la escuela al hecho de estar vacunado lleva seis meses bloqueado en la Cámara de los Diputados.

„Hemos recibido muchas enmiendas que estamos estudiando”, declaró a la AFP el presidente de la comisión encargada de la Salud, Florin Buicu, médico y diputado socialdemócrata. La mayoría de esas enmiendas fueron presentadas por oenegés antivacunas, cada vez más activas, explica.

„Nos vemos obligados a defender trabajos científicos, mientras que las fuentes de información que no se basan en ningún estudio se dan por ciertas”, se indigna Alexandru Rafila, jefe de la Sociedad de Microbiología. Según él, las vacunas son víctimas de su propio éxito. „Casi han hecho desaparecer numerosas enfermedades, llevando a la gente a pensar que ya no es necesario vacunarse”.

En su pequeña casa de Boldesti-Scaieni, Roxana Fieraru, una mujer de 38 años, madre de cuatro hijos, no necesita que nadie la convenza de los beneficios de las vacunas. „No se imagina lo tranquila que estoy sabiendo que mis hijos han sido vacunados”, asegura.

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