La poza de las brujas (Balta Vrajitoarelor); una leyenda de Drácula
En la salida de Bucarest hacia Stefanesti, en el bosque Boldu-Creteasca, hay una charca de escasos metros cuadrados que atesora una serie de inquietantes historias.La tradición dice que ya existía en tiempos del inquietante Vlad Tepes el Empalador y, de hecho, sitúa su decapitación en este preciso lugar. Ayudado por el voivoda de Transilvania, Esteban Báthory, y el rey de Moldavia, Esteban el Grande, a finales de 1476, Vlad arrebató el trono de Valaquia a Basarab Laiota, voivoda que contaba con el apoyo del sultán Mehmed, explica Carlos Basté en su blogBucarestinos.
A pesar de todo, los húngaros se retiraron pronto de Valaquia y Vlad quedó en una situación muy precaria. Ni los 200 guerreros moldavos, enviados por Esteban el Grande para protegerlo, consiguieron evitar su derrota a manos de un ejército deakindschis turcos comandado por Laiota. No se sabe si Vlad murió en plena batalla o si un asesino a sueldo lo decapitó por la espalda junto a esta poza cercana a Bucarest. Lo que sí se sabe es que, mientras su cuerpo fue enterrado en el monasterio de Snagov, su cabeza fue conservada en miel, enviada a Mehmed como prueba de su muerte, atravesada por un palo y expuesta a la vista de todos.
Durante años, la creencia popular decía que la ciénaga poseía propiedades abortivas y que las mujeres embarazadas que no deseaban a su bebé sólo tenían que sumergirse unos minutos en sus aguas.
Tras el terremoto que asoló Bucarest en el año 1977, las autoridades comunistas, poco consideradas con cuestiones romántico-monárquicas, descargaron en la poza varias toneladas de escombros y cascotes procedentes de algunos edificios siniestrados de la ciudad, sin embargo, cuál fue su sorpresa cuando, en una sola noche, las aguas se tragaron todos los materiales depositados.
Un lugar tan misterioso, en el que según los vecinos son habituales los fuegos fatuos, no puede pasar desapercibido para las fuerzas ocultas de la zona así que anualmente, en las noches de San Jorge y San Andrés, se celebran aquí reuniones de brujas gitanas que no dudan en afirmar que es la fuente de la que brota su magia y una puerta “al más allá”.
Sea o no un manantial de poder sobrenatural, la verdad es que se trata de una charca a la que no se acerca ni un animal y en cuyas aguas no crecen ni las ranas.