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Los aficionados rumanos se asoman un año más a la liga nacional con más resignación que optimismo

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Steaua Bucuresti , Foto: HotNews / DP
Steaua Bucuresti , Foto: HotNews / DP

Basta haber seguido las siete u ocho jornadas disputadas hasta ahora y consultar los especiales de la prensa sobre el campeonato para saber que, como canta Julio Iglesias, la vida sigue igual en el fútbol rumano.

El vigente campeón, el CFR Cluj, apunta otra vez alto con el mismo proyecto chato y de techo bajo. Puede servirle para revalidar el título, pero difícilmente ilusionará a los rumanos en la Liga de Campeones o será un equipo que se recuerde.

Fuera de Bucarest habrá que seguir también al Vaslui, un equipo solvente y bonito, original y lleno de personalidad en su estilo radicalmente provincial y moldavo, que se trata sin embargo de una ciudad demasiado pequeña para llevar la bandera del fútbol rumano.

Sí podrían llevarla, por solera y masa social, los tres grandes de Bucarest, pero todas las señales hacen pensar que la grave crisis del fútbol capitalino continuará también en este ejercicio.

El histórico Steaua sigue siendo del histriónico Gigi Becali, cuya gestión errática, caprichosa y despótica es una vía segura al fracaso con independencia de quién se siente en el banquillo o salga a jugar.

Su eterno rival, el Dinamo afronta la temporada con uno de sus entrenadores comodín, el italiano Darío Bonetti.

Sin idea y la sensación de improvisación de siempre, sólo el talento individual y la naturaleza imprevisible y afilada del club de Stefan Cel Mare pueden dar alguna alegría a los aficionados rojiblancos.

No mucho mejor está el Rapid, que en los últimos años cuenta un entrenador por temporada y volverá a acusar la inestabilidad de su precaria situación económica y las carencias deportivas de una plantilla corta.

La gran noticia hasta el momento es el excelente comienzo del modesto Pandurii de Targu Jiu, que suma seis victorias y un empate y no conoce la derrota.

Su juego ofensivo, alegre y descarado lleva la marca del entrenador Petre Grigoras, un clásico íntegro y consecuente del fútbol rumano que, quizá para seguir siéndolo, se resiste a firmar con los grandes del campeonato.

Gheorghe Hagi

Gheorghe Hagi

Foto: Agerpres

La liga de este año presenta también una novedad histórica: el debut del Viitorul (Futuro) Constanza del mítico Gica Hagi en primera división.

El Viitorul es la punta de lanza de la escuela de fútbol que Hagi tiene en la ciudad del Mar Negro, que forma a más de 300 jóvenes y niños y está llamada a ser el gran vivero del fútbol rumano.

El Viitorul quiere ser el nuevo Luceafarul (Lucero del Alba), el último escalón de las prolíficas escuelas de fútbol comunistas que en los ochenta juntó en sus filas al propio Hagi, Gica Popescu (PSV, Barcelona), Ilie Dumitrescu (Tottenham, Sevilla) y Dan Petrescu (Chelsea), entre otros.

La columna vertebral, en definitiva, de la mejor selección nacional rumana de todos los tiempos.

La escuela de Hagi es hoy día la única esperanza de que el alicaído fútbol rumano vuelva a seducir al mundo como en sus días de gloria.

Nota del autor: Mientras los frutos maduran, dejo unas recomendaciones para quien tenga paciencia e interés en el fútbol de aquí: 1) que preste atención al Pandurii de Grigoras y a los chicos de Hagi 2) y que conozca en directo desde el estadio la caldera de Giulesti -campo del Rapid- en un derby de liga y la fiesta del Nacional Arena en un partido europeo del Steaua.

Haga click para ver los resultados y la clasificación de la liga rumana

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