Maestros para pensar
Vintila Horia nació en Segarcea, en el sur de Rumanía, en 1915. Hijo de una familia acomodada, él mismo hablaba de su infancia como de una “primavera de oro”: sin necesidades, rodeado de amor, con una guía moral clara y sin más obligaciones que aquellas que él sentía como una vocación, es decir, las obligaciones del estudio. Se graduó en Derecho en la Universidad de Bucarest. A los 25 años ingresó en el cuerpo diplomático rumano. Estuvo destinado como agregado de prensa y cultura en Roma y en Viena. Enamorado del conocimiento, aprovechó esos traslados para estudiar Filosofía y Letras en Perugia y en Viena, explica José Javier Esparza en el diario La Gaceta.
Una vida deliciosa. Sin embargo, esa primavera de oro no iba a tardar en convertirse en un frío y oscuro invierno.Vintila Horia tiene ideas tradicionalistas y conservadoras, como la mayor parte de la juventud intelectual rumana de su tiempo. En el clima de la guerra mundial –que envolvió a Rumanía a partir de 1941–, eso pone a esta generación en el lado del Eje y contra el comunismo soviético. Otros nombres célebres, como Mircea Eliade o Emil Cioran, militan en los movimientos más radicales de la derecha. Vintila, no: él no oculta sus ideas, pero ve la política con distancia. En realidad, sólo es un funcionario que aprovecha sus destinos diplomáticos en Italia y Austria para completar estudios. Sin embargo, esa condición le va a hacer extremadamente vulnerable ante los vendavales de la política y la guerra.
Amigo de Papini En 1944, Rumanía, que ha sido aliada de Alemania, cambia de bando. A partir de ese momento, Alemania declara enemigos a los rumanos. En consecuencia, los funcionarios de Rumanía son apresados. Vintila Horia, que está en Viena, es capturado por los alemanes e internado en los campos de concentración de Krummhübel y Maria Pfarr. La guerra sigue y Alemania retrocede. Vintila es liberado por los ingleses y junto con su esposa, Olga, es trasladado a Bolonia, en Italia. En Rumanía, el régimen de Antonescu cae. Vintila intenta volver a su país, pero los soviéticos se han hecho con el poder y el escritor, perseguido antes por ser enemigo de Alemania, se ve ahora perseguido por ser funcionario del viejo mariscal. A los Horia no les queda otra alternativa que el exilio. Se quedan en Italia.
En Italia, Vintila conoce a Papini y se sumerge en la cultura del país. Escribe italiano con soltura y publica de manera incesante: versos, prosas, ensayos. De aquí sale una obra que verá la luz años más tarde: Cuaderno Italiano. La amistad con Papini, muy intensa, no sólo le permite sobrevivir en el ambiente cultural italiano, sino que también le lleva a ahondar en la Italia de Dante y Miguel Ángel, que para nuestro autor es la esencia de la cultura europea. Pero Italia, país desolado por la guerra, ofrece poco futuro al matrimonio Horia. Vintila quiere probar fortuna fuera del viejo continente. Encuentra una oportunidad en Buenos Aires. Y hacia allá marcha el exiliado.
Cinco años en Argentina. ¿Qué hace allí? Lo que sabe hacer: enseña Literatura y escribe. Y lo hace en español. Estamos hablando de un hombre que aún no tiene 35 años, pero con una cultura enciclopédica, una inteligencia portentosa y una capacidad increíble para adaptarse a cualquier idioma. Vintila escribe ahora en español con la misma perfección con que lo ha hecho en rumano y en italiano, y del mismo modo que lo hará luego en francés. Después de cinco años en Argentina, el matrimonio Horia se instala en España. Es 1953. Aparecen algunas obras suyas: una antología poética en rumano, el volumen de poesía Presencia del mito, los ensayos Poesía y libertad y La rebeldía de los escritores soviéticos. Pero todo su ser está puesto en una novela que iba a marcar su vida: Dios ha nacido en el exilio, que escribe en francés.
Y llegó el escándalo El exilio es la fuerza fundamental de esta novela. Su pretexto literario: Ovidio, el poeta romano que, por su pitagorismo, fue desterrado a un remoto pueblo de la vieja Dacia, precisamente en lo que hoy es Rumanía. Y en la circunstancia del exilio, Vintila recrea una luz de esperanza: el destierro es frío y es oscuridad, pero en ese mundo lúgubre brilla un día la esperanza porque ha nacido un Dios entre los hombres. El exilio de Ovidio queda iluminado por el nacimiento de Cristo y el exilio de Vintila se ilumina a su vez por esa certidumbre de la redención. Así el autor emprende un viaje en busca de sus raíces espirituales. Y no es sólo un viaje personal, sino que es toda la civilización occidental, literalmente exiliada de sí misma por la guerra, la que ha de emprender esa búsqueda para encontrar su ser.