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"Rumanía era la última barricada comunista y aquí también esperábamos un gran cambio"

​El Dr. Traian Orban, fundador del Memorial de la Revolución en Timisoara, Rumanía, explica cómo vivió en primera persona la revolución contra Ceausescu. “Le agradezco que me reciba tan de improviso. Le llamé porque justo leí el comentario de un lector a una crónica que publiqué en La Vanguardia, y me recordó que hace hoy 22 años se gritaba en las calles “Azi Timisoara, maine in toata tara” (“Hoy en Timisoara, mañana en todo el país”). Era la Revolución contra el régimen comunista de Ceausescu. Para mí la imagen viva que tengo de la Revolución es usted”, explica José Miguel Viñals.

El Dr. Traian Orban es un hombre menudo, fundador y responsable del Memorial de la Revolución de Timisoara. Me recibe en su despacho entre cajas. “Nos mudamos. La casa en que nos encontramos ha sido devuelta a los antiguos dueños. Nos dan a cambio un antiguo cuartel militar. No deja de ser paradójico” Yo lamento que dejen este espacio. He venido varias veces, siempre con visitantes españoles. Algunos venían a la ciudad por negocios, otros por turismo. En mayo traje un grupo de 23 niños de 12 y 13 años de la Escola Lys de Barcelona (“¿Es verdad que a este señor le dispararon? – Sí, es verdad – ¿Le puedes pedir que nos enseñe la herida? – No, no puedo….”). Sea cual sea el motivo de la visita, entre reuniones, me gusta traerlos aquí.

“Dr. Orban, no le preguntaré nada. Explíqueme usted lo que quiera que cuente”. El Dr. Orban parece hundirse en su sillón. Lo veo cansado (“es el traslado”, me dice). Se cubre con ambas manos sus ojos pequeños y azules. Me apresto a escribir y él empieza su relato:

“La Revolución empezó en Timisoara para apoyar la lucha por la libertad, por la democracia, por poder vivir una vida decente. Los timisoreanos se alzaron contra el comunismo y contra la dictadura de Ceausescu. Sabíamos lo que había sucedido en todos los países de Europa del Este, y entendimos que el comunismo podía ser apartado. Rumanía había quedado como última barricada comunista y la gente del Banato (región occidental de Rumanía) esperaba que también aquí se produjese un gran cambio.

Tras el estallido de la Revolución, la totalidad del aparato represor de Rumanía, las tropas del Ministerio de Defensa, de Interior y la Guardia patriótica, se movilizaron para detener a los manifestantes, arrestando a más de 1.000 personas, entre los cuales 113 menores. Pero la gente no se amedrentó. Al contrario, salieron muchos más a la calle. En distintas zonas de la ciudad columnas de manifestantes iban de barrio en barrio reuniendo más efectivos.

Constatando que no podían controlar lo que, de modo espontáneo, sucedía en la ciudad, el aparato represivo uso munición de guerra. Hubo más de 450 heridos y 104 muertos, pero los timisoreanos continuaron manifestándose y al quinto día del inicio de la Revolución se inició una huelga general en todas las plataformas industriales de la ciudad. El 20 de diciembre de 1989 Timisoara se convirtió en la primera ciudad libre de Rumanía.

Profundamente molesto por lo que sucedía en esta ciudad, Ceausescu ordenó a las tropas que continuasen con la represión. El 21 de diciembre se encendieron focos revolucionarios en muchas otras ciudades del país, pero Ceausescu, en su megalomanía incurable, organizó en Bucarest una gigantesca manifestación de apoyo al régimen y condena a la Revolución en marcha. Fue un fracaso. La manifestación se giró contra el régimen que debía defender. Empezó la Revolución en Bucarest. El 22 de diciembre Ceausescu intentó escapar, fue arrestado y el 25 de diciembre ejecutado tras un proceso sumario.

El poder lo tomó un grupo de hombres del régimen que probablemente preparaba ya “apartar” a Ceausescu para marzo de 1990. Estos se erigieron en líderes de la Revolución, anunciaron el final del sistema comunista y procedieron a organizar nuevos poderes bajo la promesa de elecciones libres en la primavera de 1990. Tras la revolución hubo una lucha por el poder y una intensa propaganda en los medios a favor de los supuestos revolucionarios –la nomenclatura comunista, activistas del Partido Comunista Rumano, miembros de la Securitate- que usaron el sistema administrativo existente, tanto a nivel central como provincial y local.

Ahora, tras 22 años, en Rumanía ha habido cambios importantes en la economía. Una buena parte de la industria existente antes de la Revolución quebró, gran parte del patrimonio nacional fue vendido y la agricultura se hundió. Apareció un nuevo tejido económico constituido por pequeños emprendedores. Se han adoptado leyes democráticas y dado pasos para entrar en la OTAN y en la UE. Pero hay quienes, aprovechándose de la Revolución e ignorando el interés nacional, hicieron todo lo que pudieron en beneficio propio. Como ha sucedido también en otros países, se ha constatado una progresión de la corrupción. Se han dado pasos hacia adelante y algunos hacia atrás. Los cambios no están a la altura de las expectativas. Hay gente que no se ha adaptado al nuevo sistema y mira con nostalgia el pasado.

El Memorial de la Revolución es un centro nacional de documentación, investigación e información pública sobre la Revolución rumana. En estos 22 años hemos creado archivos de documentación, fotografías y películas de origen rumano y extranjero. Tenemos un vídeo explicativo versionado en 8 idiomas europeos, incluido el español, sobre la Revolución. Nuestro centro lo visitan anualmente cientos de personas, sobre todo extranjeros. Con la visita entienden mejor los sacrificios realizados en la Revolución por la libertad y la dignidad nacional. Hemos marcado los puntos de la ciudad donde cayeron muertos y heridos con 12 monumentos obra de importantes escultores timisoreanos y de Bucarest en memoria de los que en 1989 se sacrificaron y no pudieron celebrar la Navidad”.

“Y usted, hábleme de usted”. El Dr. Orban hace una pausa. Se fija en la manzana que hay entre los dos, sobre la mesa en que me apoyo. La coge y la parte. Pela una mitad con una navaja y se la come. La otra mitad empieza a oxidarse al tiempo que continúa su relato.

“Vine a Timisoara tras el estallido de la Revolución, el 17 de diciembre, para ver con mis propios ojos lo que sucedía en la ciudad. El día anterior oí en Radio Europa Libera que había incidentes en Piata Sfanta Maria de Timisoara, en los alrededores de la Iglesia Reformada. Llegué de 45 km de distancia, de una comuna donde trabajaba como veterinario en una cooperativa agrícola colectiva. Tenía 45 años y tres hijos. Cuando llegué a Timisoara vi muchos soldados armados, tanques, milicianos con escudos y porras, camiones militares y muchos manifestantes que gritaban “Libertate. Azi in Timisoara, maine in toata tara”.

Los tanques cargaban y la gente corría. Llegué a la Piata Libertatii donde tenía su sede la comandancia militar. Había más tanques y milicianos armados que recibieron órdenes de disparar. Recibí dos balas en el muslo izquierdo. Me llevaron al hospital provincial y luego al hospital ortopédico donde me operaron. Había muchos heridos pues las tropas disparaban en muchas zonas de la ciudad. A los heridos nos abordaban hombres de paisano y nos preguntaban nuestro nombre y de dónde éramos. No nos fiábamos, temíamos que fuesen informadores y hubiese represiones en nuestras familias. Tuvimos suerte. En otro hospital remataron a los heridos, no en el de ortopedia.

El 20 de diciembre supimos que la ciudad estaba toda en la calle. El 22 entraron en Timisoara numerosas delegaciones extranjeras con coches y ayuda, de Alemania, Francia, Italia, Holanda, Hungría, Austria…. Siempre lo recordamos. Hubo una gran solidaridad europea con los manifestantes y las víctimas. Yo tuve problemas postoperatorios y me llevaron a Viena en un tren especial. A otros los llevaron por toda Europa. Todos los que salimos nos salvamos y pudimos volver con nuestras familias, unos sanos, otros con minusvalías. Tras la revolución mi vida cambió. No pude continuar con mi profesión veterinaria. He dedicado mi vida a crear este Memorial, un museo, a levantar los monumentos y a coleccionar material relativo a la Revolución.

Quiero hacer una llamada a todos los que nos puedan mandar material o información sobre la Revolución, incluido lo que se publicó en España, para ayudarnos a completar nuestra colección para uso de aquellos que puedan estar interesado en visitarnos y quieran documentarse”.

Le prometo buscar en la hemeroteca de La Vanguardia. También publicar la web www.memorialulrevolutiei.ro y el email de la Asociación, asocmemrev@clicknet.ro , por si alguien quiere mandar un archivo con documentación, si bien me pide que prefiere recibir cd’s, pues se le bloquea el correo, aunque mejor ya en enero, cuando hayan completado el traslado.

Antes de despedirme le pido hacer unas fotos. Lo quiero fotografiar de pie, junto a los tres maniquís vestidos de soldado, sentados al fondo de la sala de proyecciones, condenados a ver cada día del año, varias veces al día, el vídeo en que se narra la Revolución a la que se opusieron y no pudieron ganar.

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