Carta abierta de Ion Iliescu, excomunista y presidente de honor del Partido Socialdemócrata de Rumanía
Ion Iliescu sostiene en una carta extensa publicada en su blog que la acusación de que, por ser comunista, habría determinado la derrota de Victor Ponta en las elecciones es un escándalo y un acto de cobardía.
A continuación viene transcrita la carta abierta dirigida a los miembros y simpatizantes del PSD. La carta representa la reacción de Ion Iliescu a la demanda que hizo el jueves Sorin Ghiță, de que se excluya del partido al presidente honorífico del PSD.
Queridos amigos:
Voy a ser muy directo. Participé en la reunión del Comité Ejecutivo Central del PSD, del 27 de noviembre de 2014 y les hice a los compañeros de la dirección del partido una llamada a la razón y a la sinceridad.
El PSD está pasando por un periodo muy difícil tras la derrota en las elecciones presidenciales. En los veinticinco años que han pasado desde la Revolución del Diciembre de 1989 no existe ni un solo momento parecido a éste. Tampoco es el PSD el único partido que pasa por este tipo de momentos. Lo importante es que seamos solidarios, que comprendamos por qué hemos perdido, en qué nos hemos equivocado y que actuemos en consecuencia. Antes de buscar a los culpables, tenemos que buscar soluciones a los problemas que nos ocupan.
Lamentablemente, ayer se me ofreció, en vez de un análisis, una medida extrema: la exclusión del partido de tres miembros del Comité Ejecutivo, medida que no resolvió ninguno de los problemas del partido. En realidad, no hizo más que exacerbarlos. Por eso voté en contra de la expulsión de los tres compañeros: Mircea Geonă, Marian Vanghelie y Dan Sova. No creo que el delito de opinión tenga algo que ver con los valores de un partido democrático. Al mismo tiempo les ruego a los tres miembros excluidos del partido que no se dejen involucrar, en el siguiente periodo, en acciones orientadas en contra del partido. Harían mal pensando que hacen un bien.
Ahora toma forma en la dirección del partido la excusa de que Victor Ponta perdió las elecciones porque yo soy comunista, lo que afecta la imagen del partido. Es un escándalo y una muestra de cobardía, algo que no puedo comprender y aceptar. A través de esta excusa todos los que deberían responsabilizarse del fracaso se eximen de cualquier responsabilidad. Huir de la responsabilidad no es una solución.
El PSD es el partido de la Revolución, a través de la filiación FSN-FDSN-PDSR-PSD. Con la Revolución, Rumanía consiguió la más violenta separación del comunismo de todo el este de Europa. Que el partido no haya sabido ponerlo muy en claro es nuestro error. Lo que es incomprensible es la falta de reacción por parte del partido cuando personas que no saben nada sobre nuestro pasado, excepto las etiquetas que nuestros adversarios nos han puesto, gritan ¡Fuera el comunismo! en un país que sufre gravemente como resultado de los excesos y fracasos del capitalismo.
Por consiguiente, me niego a tomar lecciones de personas que piensan que han comprado un partido, el PSD, y lo manejan, de forma directa o a través de intermediarios, como si fuera una corporación. El PSD no pertenece a nadie. El PSD no es una inversión y su programa político no es un plan de negocios. Y del Gobierno no se debe intentar sacar el máximo provecho, a toda costa. Esta perspectiva caricaturesca fue la principal causa de todos los males durante esta campaña electoral. Si continuamos por este camino el fracaso no está lejos. La vida de las personas no se reduce solamente al dinero.
No soy una de esas personas que piensan que los pobres tienen que ser representados exclusivamente por pobres y que los ricos no tienen nada que hacer en la izquierda política. Puedo presentar una lista larga de personas adineradas, de familias aristocráticas, que hicieron una política de izquierda, en partidos comunistas. Cuando hablé de pobres y limpios, me refería al modo en el que juntan fortunas algunas personas, ricas y corruptas. Les deseo a los ricos muchísimo éxito en sus negocios. Pero, no mezclemos las cosas. El éxito en los negocios no te hace automáticamente un político. Esta cualidad no se puede comprar. Esta cualidad se gana con el paso del tiempo, con muchísimo esfuerzo, y supone ganar, no comprar, la confianza de las personas.
También me niego a tomar lecciones de personas que ponen el interés proprio por encima del interés público, que no han demostrado nada todavía en la política, que han conseguido sin embargo alejar a las personas del partido, con arrogancia y desdén. Estas personas, que han accedido a los más altos cargos del partido, son el motivo por el cual los rumanos no votaron a Victor Ponta en la segunda vuelta.
Estamos pagando el precio de la confusión ideológica de los últimos diez años. No podemos reprochar al PSD la orientación hacia el centro. Ésta es normal, a fin de cuentas, si pensamos en los cambios de la sociedad. Lo que sí deberíamos reprocharnos es esta obsesión de ser aceptados por los de la derecha, una aceptación imposible, por ser adversarios naturales. No por ellos hacemos política, sino por los que reconocen los valores y principios de la izquierda. Y, se nos puede reprochar todo menos que no hayamos sido más eficientes en el Gobierno que la derecha. Pero parece que nos da vergüenza confesar incluso este aspecto.
Estamos a punto de perder la competición al nivel de ideas. Y la pérdida se debe a que un montón de personas, jóvenes y no tan jóvenes, con un nivel de estudios muy alto, aquí o en el extranjero, que se declaran a favor de la izquierda, no tienen con quien comunicar en el PSD. No evitemos esta verdad dolorosa. Estas personas tienen convicciones firmes y nos están reprochando que ya no creemos en los valores de la izquierda. ¿Qué les voy a contestar a los que me hacen estos reproches? ¿Qué les vamos a responder a los que nos acusan de haber estructurado el partido como mero instrumento de ejercicio del poder, sin ideología y sin preocuparnos por el desarrollo ideológico?
Por desgracia, en vez de programas serios, les ofrecemos generalidades durante esta campaña electoral, que no tenían nada que ver con su agenda. Y las iniciativas sociales del gobierno, las pocas que hubo, no se han promovido y explicado debidamente. ¿En realidad, nadie ha sido capaz de combatir de una manera eficaz la sandez que venimos oyendo desde más de 10 años? ¿Explicar que las medidas sociales, cuyo objetivo es disminuir la polarización económica y social, aumentar la justicia social y la igualdad de las oportunidades no son limosnas electorales, sino la obligación de un Gobierno responsable? ¿Qué no tienen nada que ver con los ciclos electorales?
Esta derrota nos ofrece muchas lecciones valiosas. A lo mejor la más importante es entender que no podemos ganar si entre el partido y sus líderes existe una ruptura. Desafortunadamente, esta ruptura es evidente ahora. Temo que no funciona ese diálogo necesario – y obligatorio- de los miembros activos del partido, con las organizaciones y los miembros del partido, con los ciudadanos. El análisis tiene que empezar desde la base. La democracia interna del partido no es mera palabrería. Y no viene al caso que nosotros, un partido de izquierda, la transformemos en una forma sin contenido.
Afirmé, junto a otros, que no creo que la salida del Gobierno sea una buena idea. Debemos seguir asumiendo esta responsabilidad y gobernar con seriedad, sin hacer concesiones a nuestra identidad social democrática. Si queremos seguir siendo el más fuerte partido del país, debemos gobernar de forma profesional, según el interés de los ciudadanos. Rumanía necesita en primer lugar políticas públicas fuertes en el ámbito social. Tampoco se puede ignorar la necesidad de unas medidas esencialmente liberales en la economía, aunque en este punto se impone también una observación, que resulta de la insatisfacción de la sociedad: el capital rumano tiene que ser elevado al nivel del extranjero y no discriminado.
Se impone la necesidad de una reestructuración gubernamental, a través de la formación de un equipo sólido, profesional, coherente, que gobierne en conformidad. Necesitamos personas que no puedan ser atacadas, ni en plano moral, ni en plano profesional.
Otro punto débil del PSD es el modo de funcionar de sus grupos parlamentarios. Es necesaria una lista de prioridades y la movilización electoral ejemplar. En este sentido, los líderes del grupo parlamentario tienen mucho en qué pensar. Pero no deben contentarse sólo con esto. Al PSD le falta un cambio profundo, fundamental, de su actividad parlamentaria.
Creo que deberíamos volver al voto en listas, por lo menos en la Cámara de los Diputados. Y las candidaturas para las elecciones del 2016 deberían anunciarse lo más pronto posible, para asegurar una base sólida a los grupos de senadores y diputados del PSD. Esto es válido también para nuestros candidatos en las elecciones locales – alcaldes, presidentes de los consejos municipales, concejales.
Es imprescindible que, en la preparación del Congreso, se proponga una nueva oferta política, un nuevo proyecto para el país, una nueva oferta electoral. Y todo partiendo de las necesidades y expectativas de las personas. No ignoremos a nadie y no olvidemos que hay más de ocho millones de personas que no votaron. ¿Por qué no votaron? Puede que no lo hayan hecho porque no les ofrecimos algo en qué apostar, algo que les haga votar. El electorado se construye, no aparece de forma espontánea. Pero lo más importante, el electorado demanda que se le gane la fidelidad, a través de un buen gobierno. Estamos pagando las consecuencias de diez años de voto emocional, por razones que no tienen nada que ver con la vida de la gente. No tenemos por qué tomar este camino, fácil y peligroso.
No tenemos por qué avergonzarnos de nuestra identidad. No tenemos por qué desistir de los valores de la izquierda. Tenemos sin embargo que renunciar a la vanidad, a la superficialidad, al enfoque conflictual de los problemas del partido. Si nos centramos en buscar a los culpables, en vez de buscar soluciones, vamos a fracasar también en el Gobierno y nos vamos a convertir en un partido irrelevante en el escenario político. En este marco se puede entender mi llamada a la responsabilidad y a la sinceridad por parte de todos.