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Moldavia, la solución pasa por Europa

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A pocos días de la cumbre de Vilna, en la que Moldavia firmará un acuerdo de asociación con la UE, proeuropeos y prorrusos muestran sus armas. Pero solamente la perspectiva de la adhesión permitirá desbloquear la situación, estima un editorialista rumano.

La manifestación del 3 de noviembre en Chisináu ha sido un éxito, algo que los moldavos rumanófonos no habían visto desde hacía bastante tiempo. Y se ha producido con el trasfondo de una [contraofensiva rusa] (4172191) en los países del antiguo bloque comunista, en la que las declaraciones de guerra clásica se han sustituido por advertenciasdel tipo „el invierno será muy frío” [Dimitri Rogozine, viceprimer ministro del Gobierno de la Federación Rusa, en su visita a la capital moldava].

Aunque el objetivo oficial del evento era sensibilizar a la opinión pública y a los responsables políticos europeos sobre la importancia del Acuerdo de Asociación de la República de Moldavia con la UE, durante la cumbre de Vilna, los días 28 y 29 de noviembre, creo que su auténtico valor reside en que ha hecho comprender al actual Gobierno de Chisnáu que debía demostrar al mundo que cuenta con el apoyo del pueblo. O mejor aún, que el Gobierno ha comprendido que necesita a este pueblo.

A pesar de que los partidos proeuropeos hayan retomado las riendas, tras la revuelta de Twitter de abril de 2009, el país sigue bajo la influencia de los comunistas [que ejercían su poder de veto en el Parlamento, se manifestaban en la calle, etc.]. Los proeuropeos no han logrado acercarse al electorado rural, que dependen de la televisión y la radio pública y sólo han contado con el apoyo del electorado urbano y joven, en su mayoría emigrantes [de los cuatro millones de moldavos, más de un millón se encuentran en el extranjero]. Tampoco han logrado numerosos éxitos económicos, lo que ha brindado a los comunistas la posibilidad de mantener la nostalgia y el deseo de que la República de Moldavia permanezca a la sombra de Rusia. Para los moldavos que siguen en el país, la Unión Europea es una abstracción, mientras que las „advertencias meteorológicas” de Rusia son una realidad que les hiela la sangre de las venas.

Pero, paradójicamente, la acción proeuropea de los moldavos rumanófonos se puede malinterpretar, ya que algunos eslóganes que pronunciaban eran a favor de la unión con Rumanía. Es comprensible que la mayoría de moldavos deseen que desaparezca la mentira del Estado sobre la identidad moldava, y no rumana, impuesta por los comunistas [prorrusos]. Pero la desaparición de la mentira no implica automáticamente la unificación con Rumanía. Los rumanófonos de la República de Moldavia tienen la obligación de apoyar la integración europea y no la unificación, porque el mensaje unionista pone en una situación delicada tanto a la Unión Europea como a Rumanía.

A nivel de la UE y de la OTAN, existen tratados que reconocen la frontera en la orilla del Prut. Ni la UE ni la OTAN aceptarán la idea de una unión de los Estados rumanófonos [la versión original del artículo habla de “Estados rumanos”, NdT] de las dos orillas del Prut, ya que infringiría los tratados y crearía un precedente peligroso para la estabilidad europea. Ensalzar los mensajes unionistas afectaría seriamente a la política pragmática que la UE y Rumanía han empezado a aplicar en beneficio de la República de Moldavia (la apertura del mercado europeo a los vinos moldavos, la apertura del gasoducto entre Rumanía y la República de Moldavia, la concesión de la ciudadanía rumana a los ciudadanos moldavos, de la cual les privó de forma abusiva el régimen comunista, etc.).

La única forma de que los dos países rumanófonos se encuentren en la misma entidad política es la integración de la República de Moldavia en la UE. De momento, no hay que ir demasiado lejos. Nadie sabe cuál será la situación dentro de 15 o 20 años y puede que aquello que resulta arriesgado hoy sea algo natural entonces. ¿Cuántos habría imaginado en los años sesenta la reunificación de Alemania? Y sin embargo se consiguió, cuando el contexto político fue propicio.

La ruta de la integración europea de los moldavos es larga, pero ya empezamos a ver progresos. Lo que tiene que hacer el Gobierno de Chisináu, más allá de aplicar medidas económicas, es comunicar y movilizar a la población en el esfuerzo de la integración. Tal y como mencionaba antes, deben demostrar que cuentan con el apoyo del pueblo. Con su experiencia postsoviética, a Rusia le ha quedado claro que se puede derrotar a un ejército, pero no a un pueblo. Y la Unión Europea estará más cerca de los posibles problemas de ese pueblo cuando gran parte del mismo esté integrada por ciudadanos de la UE.

“Se diga lo que se diga, el objetivo número uno de la manifestación [del 3 de noviembre] ha sido desanimar al Partido Comunista moldavo (oposición) y a Rusia”, estima Ziarul National, en Chisináu. Este señala la actitud ”reservada e incluso hostil” de políticos, líderes de opinión o de los periodistas moldavos procomunistas o prorrusos, que „han cubierto de barro a los participantes y a los organizadores, la coalición proeuropea, en el poder. Llevar por la fuerza, desde todos los rincones del país, a más de cien mil personas es una cosa casi imposible en una democracia…”

Según el diario, una tal movilización no espontánea solo sería posible en ”los países totalitarios, como el Estado soviético o Cuba. ¿Es nuestro pueblo realmente una masa manipulada, obligada a aplaudir a una causa extranjera, como sostiene una parte de la prensa?”.

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