El fantasma del nacionalismo en Rumanía: Opera, Messi…
“¡Fuera con los extranjeros del país!”, no eran los trabajadores de IMGB de los años ’90 quienes gritaron esto, sino los empleados de la Opera Rumana, más una artista emérito que debutó en 1954. Y esto está pasando ahora, en 2016. La enorme paradoja es que, después de que los rumanos eligieran como presidente a un candidato de origen germano, Rumanía aleja a dos bailarines de clase mundial justificando que no hablan rumano y ganan más que los bailarines rumanos. El escándalo de la Opera Rumana no es una casualidad, es algo anecdótico. Es una secuencia de una película más larga, que ya están emitiendo: el renacimiento del nacionalismo y el rechazo de la modernidad.
ACTUALIZACIÓN: Poco tiempo después de la aparición de este artículo, el ministro de la Cultura y el primer ministro Ciolos han tenido reacciones públicas sobre el tema del escándalo de la Opera en sus páginas de Facebook.
Primero, una corta recapitulación de los eventos de la Opera Rumana.
Hace dos semanas, el ministro de la Cultura, Vlad Alexandrescu, puso eligió como director a Tiberiu Soare al frente de la Opera Rumana. Un día después y tras el encuentro de los bailarines, a los que una persona de su alrededor le pidió que hablara en rumano estando allí un equipo de muchas nacionalidades, Soare sacó al bailarín danés Johan Kobborg de su cargo de director artístico. Kobborg es uno de los mejores de su campo.
Por la presión de una parte de la prensa y de algunos bailarines, Alexandrescu relegó a Soare como director adjunto y puso a Vlad Conta en su puesto.
Conta intentó una reconciliación con Kobborg, que amenazó con largarse. Kobborg dice que Vlad Conta le pidió a Alina Cojocaru (una de las mejores bailarines del mundo, amiga de Kobborg desde hace mucho tiempo) que mintiera acerca de un espectáculo.
Kobborg anunció su renuncia el lunes, 11 de abril.
El martes, 12 de abril, en una reunión de apoyo de Kobborg, Alina Cojocaru fue agredida verbalmente por muchos empleados de la Opera, que gritaban “¡Fuera con los extranjeros del país!”. Una ex bailarina de la Opera, Ileana Iliescu, acusó por Facebook que los extranjeros han impuesto su ley en la Opera Rumana.
El ministro Vlad Alexandrescu no tomó ninguna medida administrativa. Declaró para RFI que “¡Yo soy el ministro de la cultura. No puedo perseguir cada cosa. Los artistas tienen muchas cosas y esto es normal.”
Para entender correctamente el escándalo de la Opera Rumana os propongo una comparación. El jefe de un club rumano de fútbol donde juega Messi nombra entrenador a Piturca. Piturca le arrebata el brazalete de capitán de Messi porque no habla rumano además de querer entenderse mejor con los futbolistas autóctonos, infeliz con el dinero que recibe Messi. El jefe del club relega a Piturca pero lo deja como entrenador segundo. El nuevo entrenador Puiu Iordanescu le pide a Messi que mintiera pero Messi se va. Pero no antes de que los que masajistas, los utilleros y algunos reservas griten a Messi “¡Fuera con los extranjeros del país!”. El jefe del equipo de fútbol dice que estos son tonterías de futbolistas y anuncia que la vida sigue. Messi se va, Piturca y Puiu Iordanescu se quedan, toda la prensa extranjera escribe sobre „una mineriada” en el fútbol rumano.
Volvamos a los eventos. El impacto de Johan Kobborg a la Opera de Bucarest fue enorme, junto a Alina Cojocaru, que tenía el estado de invitado permanente. El mundo artístico habla de una verdadera revolución, un repertorio que llenó tantas salas y ha traído fuertes ingresos. Kobborg ha traído también bailarines extranjeros. Evidentemente que han aparecido diferencias salariales e insatisfacciones entre algunos artistas y empleados rumanos.
Estas insatisfacciones han sido evidentes en la reunión del martes por la noche, cuando Alina Cojocaru y los bailarines extranjeros fueron acosados verbalmente por los empleados de la Opera. Alina Cojcaru, fue grabada llorando por cada canal de televisión, es una imagen difícil de olvidar. Los mismos empleados de la Opera salieron el miércoles a apoyar a Tiberiu Soare.
El final del escándalo: Kobborg anunció públicamente su resignación en la que habla de „intimidaciones y amenazas” de la nueva dirección sobre los temores de la credibilidad de la Opera y de la cultura rumana. Alina Cojocaru anunció también que se iba de la Opera Rumana, con un mensaje en Twitter dirigido al primer ministro Ciolos, con quien se reunió en privado.
En el mensaje para el primer ministro, Alina Cojocaru escribió que ” me he dado cuenta de que nuestro país no está preparado para lo que Johan y yo le hemos ofrecido estos 2 años… ¿Algún resultado tras el encuentro con el primer ministro Ciolos? No, pero Alina Cojocaru dice que se va del país con el recuerdo de la sonrisa de Ciolos y con la promesa de verse para tomar algo”.
Alguna investigación, alguna sanción a la Opera, al Ministerio de Cultura o al Gobierno después de que los empleados gritaran “¡¿Fuera con los extranjeros del país”? NO.
Por su parte, Alexandrescu dice tranquilamente en una entrevista para RFI que „del punto de vista institucional se hizo todo lo que es humana e institucionalmente posible”.
¿Algún líder de opinión del mundo cultural que salga en público y que denuncie el oscurantismo peligroso de la Opera y del Ministro de la Cultura? NO.
La única reacción notable vino del Embajador de la Gran Bretaña, probablemente el único de los muchos espectadores atraídos en los últimos años de los espectáculos gestionados por Johan Kobborg.
Además de todo esto, silencio.
El escándalo de la Opera es un signo mas del nacionalismo resurgente. Rumanía se dirige hacia un camino equivocado y tengo miedo que en el Poder (Ejecutivo, Legislativo) haya gente o grupos que sigan este mismo escenario.
Si nos callamos frente a estos eventos, tendremos nosotros también nuestra parte de culpa. Todos los grandes cambios hacia lo peor han sido acompañados del silencio culpable de los que creían que nada les podría pasar.
Artículo traducido por Rebeca Parnescu.