Oscar y la Dama Rosa, un reencuentro emotivo con el teatro
El tema de la obra “Oscar y la Dama Rosa” del Teatro Bulandra no es cómo afrontar la muerte sino cómo darle la vuelta a la vida, si hay que vivir 120 años o solamente 12 días. Retomé la constumbre de ir al teatro durante la facultad. Estoy fascinada por el encanto del arte modelado ante mis ojos de los „escultores” de las emociones más intensas y variadas. En la sala de teatro pasa un verdadero intercambio de energía creativa entre los actores y el público. La historia del “Oscar y la Dama Rosa” (Oscar et la Dame Rose) es parte de los volúmenes El ciclo del invisible perteneciente al escritor francés Eric-Emmanuel Schmitt. El éxito del libro fue marcado por su traducción y publicación de 35 editores internacionales y por la creación de la pelicula inglesa “Oscar and the Lady in Pink” en 2009. Sin embargo, ninguna emoción es más intensa que aquella expresada en el escenario, con la ilustración musical de la banda The Cranberries, todo dirigido por la visionaria Chris Simion.
La voz grave y suave de la actriz Oana Pellea (La Dama Rosa) es una sinfonía divina en el que todo tiene sentido, incluso el sufrimiento. El actor Marius Manole (Oscar) es un niño cuya inteligencia ingenua supera cualquier forma de compasión oscureciendo su situación ya sin resolución. Con el inicio de la obra se entra en otra dimensión de la vida y te infectas de su magia artística. Se abren las puertas del alma, que fueron bloqueadas intencionalmente por estar cansado de buscar sus llaves. Tuve el sentimiento egoísta, pero fabuloso que estaba sola en la habitación con los actores y asistía a un milagro que me ayudó a redescubrir la emoción, desde hace mucho tiempo empolvada del gris diario de los tiempos de una inestabilidad continua. „No hables de la muerte en un hospital, porque nadie te oirá.” Es una de las réplicas mas sonoras de la obra Oscar y la Dama Rosa.
Si acude a una butaca para contemplar esta obra, se verá envuelto en una atmósfera incisiva de una realidad mordaz, sombreada por la finura celestial de Antoaneta Cojocaru, la jovialidad contaminante de Cristina Cassian, la profundidad protectora de Oana Pellea y la sensibilidad detonante de Marius Manole.