Oso de Oro a un veraz drama rumano en otra tediosa Berlinale
Hace cinco años, el Festival de Cannes premió con la Palma de Oro a la película rumana Cuatro meses, tres semanas, dos días,una historia terrorífica centrada en el aborto clandestino de una acorralada chica. Aparte del atractivo descubrimiento de su director, Cristian Mungiu, no habíamos vuelto a tener noticias del cine rumano. O tal vez me haya topado en algún festival con películas de esta nacionalidad, pero si así fuera, el impacto en mi memoria ha sido nulo. El Oso de Oro que acaba de conceder el Festival de Berlín a La postura del hijo (Pozitia Copilului) tal vez sirva para promocionar en Occidente a un cine del que sabemos poco, pero este premio tampoco creo que esté avalando a una obra maestra, explica Carlos Boyero deEl País.
Solo es un aceptable drama psicológico protagonizado por la relación de una madre autoritaria y posesiva y un hijo pasivo que acaba revelándose cuando esta trata de encubrirle en un accidente en el que ha matado a un niño. El director, Calin Peter Netzer, narra con cierto interés esta historia de vampirismo materno y redención. Es una de las pocas películas visibles y audibles que ha presentado la sección oficial, pero es dudoso que el público se sienta tan entusiasmado ante ella como lo ha hecho el jurado que presidía Wong Kar-wai. Creo que una parte considerable de los asistentes a esta Berlinale esperábamos que el jurado compartiera nuestra admiración hacia la película chilena Gloria, pero esta se ha tenido que conformar con el premio a la mejor actriz a su protagonista, Paulina García. Es muy justo. Borda a un personaje inicialmente desconcertante y pintoresco al que acabas comprendiendo y deseándole un futuro gozoso. Es una mujer cercana a los sesenta años y divorciada que no ha renunciado a encontrar a alguien que haga su existencia más soportable o incluso luminosa. Gloria destila vitalismo, inteligencia, sutileza y sentido del humor.
La película de Kazajistán Uroki Garmonii (Lecciones de Harmonía), de Emir Baigazin, describe con creíble dramatismo un caso de acoso escolar, y merecía algo más que el tibio reconocimiento a su contribución artística. El director bosnio Danis Tanovic, autor de la excelente y sombría Tierra de nadie, ha logrado el Gran premio del jurado con Un episodio en la vida de Iron Picker, crónica angustiosa de los épicos e inútiles esfuerzos de una familia muy pobre para conseguir que los médicos operen gratis a la madre, que está en situación agónica debido a un aborto involuntario. También ha logrado el galardón al mejor actor para su desdentado protagonista, Nazif Mujic, alguien que actúa con naturalidad y frescura, y que al igual que el resto de los intérpretes no tiene ninguna pinta de ser actor profesional, que parece interpretarse a sí mismo. No tengo nada bueno que contar del resto de los premios.
Lamento mucho que el director iraní Jafar Panahi esté represaliado en su país, pero el guion de Pardé es tan pretencioso como inane. Y tampoco percibo el talento del director norteamericano David Gordon Green (Oso de Plata) pero sí muchos de los vicios del cine que se proclama independiente. Llevo demasiadas Berlinales sin sentir un poco de alegría ante la media de calidad en su programación. En esta edición hay demasiadas películas irrelevantes o simplemente inestrenables. Perdonen mi desidia a lo largo de estas crónicas. Escribir de la nada me resulta cada vez más problemático.