Juicio histórico para las víctimas de la "revolución" rumana de 1989
Elena Bancila, de 75 años, es una de las 5.000 partes civiles en este juicio histórico cuya fase preliminar comienza este viernes en Bucarest ante la Alta Corte de Casación y Justicia (ICCJ). En el banquillo de los acusados se sienta el expresidente Iliescu, juzgado por „crímenes contra la humanidad”.
Las familias de las víctimas lo consideran el instigador de la violencia que se cobró la vida de cientos de rumanos después de la caída del dictador Nicolae Ceaucescu, el 22 de diciembre de 1989. Ese día, Bogdan Stan, de 21 años, sufrió una herida letal por bala cuando „defendía” la sede de la televisión pública, „atacada por terroristas”, según la versión de las autoridades de la época. Un total de 72 personas fueron abatidas en ese lugar. Hasta el 22 de diciembre, el ejército y la policía dispararon contra la muchedumbre por orden de Ceaucescu.
Pero la mayoría de las víctimas, más de 900, perdieron la vida después de la caída del dictador. Entonces ¿quién siguió matando? Ion Iliescu, exministro de Juventud de Ceaucescu, tomó el timón del país poniéndose a la cabeza del Frente de Salvación Nacional (FSN). Según la fiscalía, orquestó una „gran operación de distracción y desinformación” para „obtener legitimidad a los ojos del pueblo”.
Investigación interminable
Hoy, a los 89 años, este antiguo burócrata comunista, elegido primer presidente de la Rumania democrática (1990-1996 y luego de 2000-2004), rechaza las acusaciones.
No estará presente en la vista del viernes. En este juicio que durará meses se le juzga por la muerte de 862 personas, víctimas de „disparos caóticos y fratricidas” que también causaron 2.150 heridos entre el 22 y el 31 de diciembre. Además de Iliescu se juzga al ex viceprimer ministro Gelu Voican-Voiculescu y al exjefe de aviación militar Iosif Rus por „crímenes contra la humanidad”. El objetivo era „sembrar el terror, mantener a los rumanos enclaustrados en casa para que Iliescu pudiera instalarse a la cabeza del país”, asegura Bancila, mostrando el pantalón manchado de sangre que vestía su hijo esa noche.
Los supervivientes y las familias de las víctimas presencian desde hace 30 años una investigación interminable que finalmente se relanzó en 2016. „La presencia en altos cargos de personas cuyo interés era ocultar la verdad ha desviado la investigación y retrasado el juicio”, estimó Marius Mioc, un insurgente de 1989, activo desde el comienzo del levantamiento anticomunista. Rumania fue el último país, entre los antiguos satélites soviéticos, en derrocar al régimen comunista.
La revuelta estalló el 16 de diciembre de 1989 en Timisoara y llegó a Bucarest el 21 de diciembre. Nicolae Ceaucescu y su esposa Elena huyeron al día siguiente, pero fueron detenidos, sometidos a un juicio sumario y ejecutados el 25 de diciembre.
„Nos humillaron”
Según el historiador Madalin Hodor, la Securitate (policía política comunista) y el ejército, responsables de la represión llevada a cabo antes del 22 de diciembre, también desempeñaron un papel durante los días siguientes. Nicoleta Giurcanu dice que se pasó años „reconstruyendo el rompecabezas” de la experiencia traumática que vivió en 1989.
El 21 de diciembre, con 14 años, ella, su padre y su hermano pequeño se unieron a los manifestantes anti-Ceausescu en el centro de Bucarest. Se salvaron de las balas que esa noche mataron a 50 personas pero fueron detenidos y llevados a la sede de la milicia comunista y después a prisión. „Nos dieron palizas, nos humillaron”, contó a la AFP esta mujer menuda.
A Nicoleta y su hermano los separaron de su padre y no fueron liberados hasta el 23 de diciembre por la noche. No se ha juzgado a nadie por estos hechos. „Quiero ver a Iliescu en la cárcel aunque solo sea por un día”, asegura. Bancila cree que ahora „la justicia rumana podrá por fin lavar la vergüenza de los últimos 30 años en los que pretendió ser libre”.