La brecha entre vacunas en la frontera de la UE
Al oeste, entregas de vacunas con regularidad, al este, con cuentagotas. En medio, la frontera de la Unión Europea (UE) que separa a Rumania de Moldavia, lo que puede significar la diferencia entre la vida y la muerte en medio de la pandemia, relata AFP.
Rumania, que ingresó al bloque europeo en 2007, se ha beneficiado considerablemente de los fondos comunitarios, y es uno de los pocos miembros del club que no ha criticado la estrategia de Bruselas respecto a la compra conjunta de vacunas.
Las negociaciones entre la Comisión y los fabricantes han evitado un „caos”, que „habría favorecido al mejor postor”, se congratuló recientemente el primer ministro, Florin Citu.
Esta posición conciliadora „se inscribe en una política más amplia de Bucarest que, apoyada por una población eurófila, no quiere enfrentarse con Bruselas”, a diferencia de otros países del este, destaca el analista Sorin Ionita, de Expert Forum.
De cualquier manera, la estrategia del Ejecutivo europeo ha beneficiado a los rumanos, satisfechos de haber recibido 4 millones de dosis, de las cuales ya han inoculado casi 3 millones, sobre una población de 19 millones de habitantes.
Si Rumania, uno de los países más pobres entre los 27, „no formara parte de la UE, sin duda habría tenido muchas más dificultades para procurarse vacunas”, subraya Ionita.
‘La única posibilidad’
En cambio, Moldavia, que formó parte de Rumania durante mucho tiempo, antes de convertirse en república de la extinta Unión Soviética (hasta 1991), debe bregar por su cuenta para obtenerlas.
Este país, con 3,5 millones de habitantes, ha recibido hasta ahora 72.000 dosis de parte de Bucarest y otras 38.000 en el marco del mecanismo Covax, que favorece a países desfavorecidos.
Pero, en esta gran emergencia „la vacuna representa la única posibilidad” para superarla, confía a la AFP el director del hospital de Leova (oeste), Andrei Malasevschi.
El sistema sanitario moldavo está debilitado por el éxodo de personal médico hacia países más ricos, y ahora se tambalea bajo el peso de la pandemia. Con más de 4.800 muertes constatadas hasta la fecha, posee una de las mayores tasas de mortalidad en Europa.
„Desde el comienzo de la pandemia, no hemos tenido respiro”, se lamenta el médico.
„La situación está prácticamente fuera de control, por momentos no quedan camas disponibles y los pacientes tienen que ser trasladados a hospitales provinciales”, añade Adrian Belii, médico jefe de cuidados intensivos en urgencias del hospital de la capital, Chisinau.
Si Moldavia entrase en la UE, „como sueña gran parte de su población, las cosas serían diferentes”, considera.
La vacunación recién comenzó en marzo, dos meses después del lanzamiento de la campaña en Rumania, y las dosis inoculadas hasta ahora han sido para los trabajadores sanitarios.
„Es demasiado pronto para encarar inmunizar grupos de riesgo (personas mayores o con enfermedades graves), sin mencionar la población en general”, se lamenta Belii.
¿Rusia al socorro?
El número de casos aumenta diariamente, por lo que la presidenta proeuropea, Maia Sandu, decidió recurrir a Rusia para „obtener rápidamente la Sputnik V”, anuncio que provocó una cascada de comentarios en redes sociales y medios de comunicación.
Este país ha estado siempre dividido entre un acercamiento a Rusia y la integración a la UE, por lo que la geopolítica participa en la crisis sanitaria.
„La medicina y la vacunación se han vuelto temas políticos y algunos hospitales se niegan a usar la vacuna europea, y prefieren esperar a la rusa”, indica Andrei Malasevschi, haciendo referencia a los nosocomios de Gagauzia, región autónoma prorrusa (sur).
„La campaña de desinformación, muy bien organizada, destaca la idea de cierta peligrosidad de las vacunas occidentales”, protesta su colega de Chisinau.
Estas teorías conspirativas han hallado eco en Jaroslav Lisna, un conductor de Bujor (centro), de 61 años: „escuché que las vacunas no han sido testeadas”, indica, y susurra en tono confidencial: „Creo que este virus es un maquinación global”.