La historia de UiPath, el unicornio rumano que se lanza a la conquista de Wall Street
Fue en un pequeño apartamento de Bucarest donde comenzó en 2005 la improbable aventura del primer unicornio rumano, UiPath. Su logro, consagrado por la entronización en Wall Street hace escasos días, anima a los jóvenes de su país a soñar a lo grande.
Se le denomina a Rumania a menudo como la “Silicon Valley” de la Europa del Este, pero ninguna compañía no se había impuesto hasta ahora en la escena mundial de la tecnología.
Su valor muestra ahora hasta los 40.000 millones de dólares, unos 33.000 millones de euros: “La culminación de un sueño surrealista”, escribió UiPath en la red social de Twitter, publicando una imagen de los diez primeros participantes de la aventura, “bastantes locos para pensar que podrían cambiar el futuro del trabajo.”
UiPath se encarga de vender plataformas de software que permiten a las empresas automatizar las tareas repetitivas, con el objetivo también de “liberar la creatividad de los empleados”.
Un As de la informática
Rellenar formularios o escanear radiografías de toráx para detectar el nuevo coronavirus: “Nosotros diseñamos robots informáticos para que la gente no se convierta ella misma en robots”, explica la empresa, precisando que esto no se traducir en destrucción de puestos de trabajo.
“Es como si los empleados recibieran alas para elevarse por encima de la banalidad cotidiana”, asegura el director ejecutivo Daniel Dines, de 49 años, en una carta dirigida a la bolsa estadounidense.
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Dines señaló en un comunicado sentirse “orgulloso” de representar la primera firma de origen rumano que cotiza en Nueva York.
Después de una serie de récords de recaudación de fondos, UiPath hizo una entrada remarcaba en la bolsa el pasado 21 de abril, entre las empresas más importantes de Estados Unidos en el sector de la logística. “El mayor logro tecnológico europeo desde la sueca Spotify”, titula el semanario The Economista.
UiPath es un modelo que inspirará a “un número creciente de emprendedores digitales rumanos para lanzarse”, indicó a AFP, Andrei Avadanei, fundador de una firma de ciberseguridad, Bit Sentinel, y antiguo hacker. “No tenemos más excusas”, subrayó.
A cada uno su propio robot
Nacido en enero de 1972 en Onesti, una ciudad del este de Rumania que experimentó un galopante desarrollo industrial bajo el régimen comunista, Dines figura entre los cientos de jóvenes informáticos reclutados por Microsoft a principios de la década de 2000.
Pero, la experiencia estadounidense no fue al principio del agrado este hombre con barba y ojos risueños que, de adolescente, soñaba con ser escritor. Incapaz de adaptarse, regresó a Rumania en 2005 con la “loca idea, de convertirse en empresario.
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Fundó DeskOver, reubatizado como UiPath, junto a su amigo, Marius Tirca. “Desde mi infancia, detestaba repetir las cosas y me decía: estaría bien tener un asistente. De ahí la idea de que cada persona debería disponer de un robot”, contó en una conferencia el pasado año.
En 2015, el pequeño equipo obtuvo su primera financiación y se volvió más atrevido: “Tuvimos al final la valentía de invertir.” UiPath instaló su sede en los Estados Unidos y se convirtió en 2018 el primer unicornio rumano, valorado en 1.100 millones de dólares.
“Humildad”
Su ascenso fue meteórico enseguida. Ayudado por la generalización del teletrabajo bajo el efecto de la pandemia, la cifra de negocios brincó un 80% con respecto al ejercicio anual que cerró a finales de enero de 2021 en 600 millones de dólares, con pérdidas divididas por cinco.
La empresa recluta a mucha gente. Hoy en día cuenta con 20.800 empleados y ha aumentado su clientes hasta casi las 8.000 empresas.
Convertido en el rumano más rico, con un patrimonio estimado en más de 7.000 millones de dólares, Daniel Dines se distingue de sus compatriotas que construyeron sus fortunas sobre las cenizas del régimen comunista en la década de 90.
Sin embargo, el comienzo no fue nada sencillo y la empresa estuvo a punto de cerrar por falta de clientes.
“Pensábamos que bastaba con crear un producto para que las compañías se lo llevaran. Pero, habíamos trabajo durante dos años un software que casi nadie se lo descargaba”, explicó en 2016 a HotNews.ro.
Este programador, bueno pero no brillante, en sus propias palabras, aprendió después la lección: “Considero la humildad como el valor más importante, puesto que eso te permite reconocer tus errores y adaptarte rápidamente”.